Mientras machaco el teclado de mi ordenador para escribir estas lineas, Antonio Banderas andará inaugurando el espectáculo lumínico-musical de Calle Larios. No sé como lo tienen pensado, pero sea cual sea el caso, se habrá dado el pistoletazo de salida a la Navidad. O lo que sea esto.
Yo lo siento, pero soy de los pocos que no ha visto Juego de Tronos ni bajará al centro a ver semejante despliegue. Me avergüenza y me sonroja que, desde hace un par de años, se haya entrado en una especie de estéril competición para ver cuál es la ciudad que se puede ver más claramente en la foto del Meteosat. No comprendo esa rivalidad en iluminar más, brillar más, gastar más. Que con la excusa de las luces led, parece que la electricidad sale gratis. Cuando no es así, ni de lejos. Es más, tengamos en cuenta que este aumento en la demanda de fluido eléctrico provocará, queramos o no, un aumento del precio de la luz. Y ese aumento lo pagará un vecino del centro, de Churriana o de Bollullos Par del Condado.
Algunos dirán que es bueno para el comercio. Pero, ¿qué comercio? ¿El de las grandes cadenas? Ya que se quiere aumentar el consumo, a lo mejor sería mejor idea repartir tanta luminaria por los barrios, y de esa manera empujar al pequeño comercio, que es quien lo necesita más. Además, ¿es eso lo que queremos? ¿Es ese el propósito de la Navidad? ¿Empujar a la gente a comprar de forma compulsiva, hipnotizada por el parpadeo de las luminarias y el soniquete de las típicas canciones navideñas anglosajonas? ¿A eso hemos reducido estas fiestas? Otros dirán que es un espectáculo digno de ver. El día que esos mismos vean un cielo estrellado sin contaminación lumínica, correrán el riesgo de sufrir un ataque del síndrome de Stendhal.
Me parece lamentable y obsceno que, mientras haya familias que se tengan que calentar poco menos que a tortas, mientras niños y mayores duermen en la calle, se dilapide un pastizal en bombillitas, carrillones, norias y bolas de luz. Es de una hipocresía que raya en la desvergüenza y en la falta de humanidad.
Ojalá llegue el día en que las ciudades compitan en ver quién tiene menos gente durmiendo en la calle. Pero eso no pasará mientras sigan al frente gobernantes que van de lumbreras y tienen pocas luces.