Los linces son, hoy por hoy, los animales más asimilados a Doñana y los más populares. Lo cual tiene mérito con tantos tipos de animales en el espacio natural, en especial aves, más de centenar de especies.
De algunos animales debemos hablar actualmente en pasado, como es el caso de los lobos. El último (la útima, era loba) de estos cánidos se cazó en 1951 en la Algaida, y lo hizo el guarda Chico. Al parecer llegó de otro paraje, los pinares de alrededor, o la misma Sierra Morena a través del río Guadiamar.
Los lobos fueron perseguidos siempre. En 1493 los Reyes Católicos donaron parte de las tierras de la actual aldea de El Rocío a su secretario, cuyo hijo las vendió al municipio de Almonte. Como se comenzó a introducir para la caza el ciervo y se potenció la cría de ganado, se les protegería eliminando lobos.
Pero el lobo es un animal normalito teniendo en cuentra otros que abajo referiré. Hasta los caballos son raros en Doñana, pues tan escaso territorio acoge a dos razas diferentes, y ambas en peligro de extinción.
El más numeroso es el caballo marismeño, considerado raza en peligro de extinción, aunque poco se habla de ella. Excepto cuando llega la saca de las yeguas cerca del verano, cuando cientos de animales pasan ante la ermita del Rocío rumbo a Almonte para ser aseados y quizás vendidos.
Se origina de los caballos primitivos de las marismas del Guadalquivir. Hay quien dice que es de donde derivan los caballos americanos, al ser llevada a América a partir del segundo viaje de Cristóbal Colón. Cuando, por lo visto, a los encargados le dieron gato (caballos marismeños) por liebre (caballos andaluces) es un descuido en el embarque.
El caballo de la retuerta, rústico, feo y también en peligro de extinción, se ha convertido en una auténtica estrella al ser detectado genéticamente que es el más antiguo de Europa.
Aunque para exótico, el camello. El ‘barco del desierto’ llega a Doñana introducido desde Canarias hacia 1830 por el marqués de Villafranca del Bierzo, personaje inmerso en la corriente ilustrada de probar nuevos cultivos o fauna que diera rendimiento económico, en este caso para el acarreo de madera.
Curiosamente, lo mismo ocurrió con el camello al norte, en el arrozal que despuntaba desde los años 40 en la parte de Sevilla. Los capataces los usaron para el laboreo de la tierra o para cargar haces, casi mil kilos eran capaces de portear. Con poca fortuna, pues cuando los caballos veían a un ungulado se espantaban de tal forma que era imposible reprimir su estampida. Un canario, de apellido Oliva, los domaba hablándoles, cosa de la tierra era de suponer. Y más de un furtivo de Trebujena o un bracero se comió la carne negra y maloliente tras matar a alguno atrapado en un fangal o bebiendo descuidado.
También se vieron en Doñana gacelas Dorha. La presencia de estos cérvidos fue peculiar. El jerife marroquí le solicitó en su día gamos al marqués del Borghetto, único dueño del coto; y, como agradecimiento al envío, invitó a dos de sus nietos a cazar, luego los condecoró, y para rematar les obsequió con una pareja de preciosas gacelas.
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