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Gente, lugares y tradiciones

Luis Cernuda y Torremolinos

El célebre poeta de la Generación del 27 publicó varios de sus poemas en la prestigiosa y ya veterana revista ‘Litoral’, que tiene su sede en Torremolinos

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El eminente poeta Luis Cernuda -quien, al igual que Lorca, Alberti y otros, perteneció a la famosa generación del 27-, pasó en 1928 una temporada en la pensión Castillo de Santa Clara, propiedad del popularísimo inglés de la peseta, Míster George Langworthy, nombrado en sus tiempos hijo predilecto y adoptivo del pueblo. El maravilloso paisaje torremolinense frente al mar, así como el tranquilo y castizo pueblo que estaba destinado a ser el rey del turismo, inspiraron a Cernuda más de un poema, como la Elegía a nuestro cementerio y, probablemente, el que tituló ‘Quisiera estar solo en el sur’, escritos años más tarde desde el prisma de la nostalgia. En 1929 inmortalizó ‘El indolente’, donde habla de un pueblo llamado ‘Sansueña’ y que no es otro que el propio Torremolinos.


La referida obra de El indolente, si bien fue una de las primeras que escribió Cernuda, no aparece mencionada en las reseñas biográficas que del poeta citan las enciclopedias, ya que las mismas se limitan a señalar escuetamente su bibliografía más conocida y, lógicamente, no detallan los innumerables artículos literarios que publicó en revistas como ‘Mediodía’, ‘Revista de Occidente’, ‘Cruz y Raya’, ‘Papel de aleluya’ y, sobre todo, ‘Litoral’. Esta última tiene su sede editorial en Torremolinos, al frente de Lorenzo Saval. Precisamente fue en un suplemento de la revista Litoral donde apareció publicado el primer libro de versos de Luis Cernuda, ‘Perfil del aire’, en 1927, gracias a su profesor de derecho en la universidad, el también poeta Pedro Salinas, que le puso en contacto con los fundadores de la malagueña revista, los inolvidables maestros del verso Emilio Prados y Manuel Altolaguirre.


Luis Cernuda nació en 1902 en Sevilla. Cursó estudios en su universidad y años más tarde ejerció la docencia en Francia, donde escribió ‘Un río, un amor’ (1929) y ‘Los placeres prohibidos’ (1931). De 1929 es también su obra ‘Egloga, Elegía y Oda’. Vuelto a España, publicó ‘Donde habite el olvido’ (1933-34) y ‘La realidad y el deseo’ (1936). Enrolado en la colectividad republicana Misiones pedagógicas, Cernuda se vio obligado a abandonar el país al estallar la guerra civil y se exilió en Gran Bretaña, donde fue profesor universitario en Londres, Cambridge, Glasgow y Surrey. Posteriormente emigró a Estados Unidos, donde vivió hasta 1952, enseñando literatura española. En ese mismo año se trasladó a México, donde falleció en 1963.


Las principales obras que Luis Cernuda escribió en el exilio fueron: ‘Las nubes y Ocnos’ (1943); ‘Como quien espera el alba’ (1944-47); ‘Vivir sin estar viviendo’ (1949); ‘Con las horas contadas’ (1956); ‘Estudios sobre poesía española contemporánea’ (1953-59); ‘Poesía y literatura, 2 tomos, recopilación de estudios críticos’ (1960, con ampliación póstuma en 1965). El último libro escrito por Cernuda fue ‘La desolación de la quimera’ (1962). En ellos deja constancia el poeta de la nostalgia por su lejana patria y la amarga soledad que le embargaba.


En ‘El indolente’ vemos reflejado, bajo el seudónimo de Sansueña, el Torremolinos marino de finales de los años veinte: ‘Sansueña es un pueblo ribereño en el mar del sur transparente y profundo... En Sansueña los ojos se abren a la luz pura y el pecho respira un aire oloroso... La paz ha hecho su morada bajo los sombrajos donde duermen estos hombres. Y aunque al amanecer les despierte, yendo en sus barcas a tender las redes, a mediodía retiradas con el copo, también durante el día reina la paz... Si alguna vez me pierdo, que vengan a buscarme aquí, a Sansueña’. Y, refiriéndose al inglés de la peseta y su Castillo de Santa Clara, escribe: ‘Bien sabía esto Don Míster, como llamaban (su verdadero nombre no hace al caso) todos al inglés que años atrás compró aquella casa espaciosa, erguida entre las peñas...’


En el poema que Cernuda dedica al cementerio de Torremolinos, podemos leer: ‘Por la costa del sur, sobre una roca / alta junto a la mar, el cementerio / aquel descansa en codiciable olvido, / y el agua arrulla el sueño del pasado. / Desde el dintel, cerrado entre los muros, / huerto parecería, si no fuese / por las losas, posadas en la hierba / como un poco de nieve que no oprime. / Hay troncos a que asisten fuerza y gracia, / y entre el aire y las hojas buscan nido / pájaros a la sombra de la muerte; / hay paz contemplativa, calma entera. / Si el deseo de alguien que en el tiempo / dócil no halló la vida a sus deseos, / puede cumplirse luego, tras la muerte, / quieres estar allá solo y tranquilo. / Ardido el cuerpo, luego lo que es aire / al aire vaya, y a la tierra el polvo, / por obra del afecto de un amigo, / si un amigo tuviste entre los hombres. / Y no es el silencio solamente, / la quietud del lugar, quien así lleva / tu memoria hacia allá, mas la conciencia / de que tu vida allí tuvo su cima. / Fue en la estación cuando la mar y el cielo / dan una misma luz, la flor es fruto, / y el destino tan pleno que parece / cosa dulce adentrarse por la muerte. / Entonces el amor único quiso / en cuerpo amanecido sonreírte, / esbelto y rubio como espiga al viento. / Tú mirabas tu dicha sin creerla. / Cuando su cetro el día pasa luego / a su amada la noche, aún más hermosa / parece aquella tierra; un dios acaso / vela en eternidad sobre su sueño. / Entre las hojas fuisteis, descuidados / de una presencia intrusa, y ciegamente / un labio hallaba en otro ese embeleso, / hijo de la sonrisa y del suspiro. / Al alba el mar pulía vuestros cuerpos, / puros aún, como de piedra oscura; / la música a la noche acariciaba / vuestras almas debajo de aquel chopo. / No fue breve esa dicha. ¿Quién pretende / que la dicha se mida por el tiempo? / Libres vosotros del espacio humano, / del tiempo quebrantasteis las prisiones. / El recuerdo por eso vuelve hoy / al cementerio aquel, al mar, la roca / en la costa del sur: el hombre quiere / caer donde el amor fue suyo un día’.
Probablemente también tuvo en cuenta a Torremolinos cuando escribió los versos del poema titulado ‘Quisiera estar solo en el sur’, un fragmento del cual dice: ‘El Sur es un desierto que llora mientras canta / y esa voz no se extingue como pájaro muerto. / Hacia el mar encamina sus deseos amargos, / abriendo un eco débil que vive lentamente. / En el Sur, tan distante, quiero estar confundido. / La lluvia allí no es más que una rosa entreabierta; / su niebla misma ríe, risa blanca en el viento; / su oscuridad, su luz, son bellezas iguales’.


Por sus maravillosos versos dedicados al cementerio de Torremolinos, Luis Cernuda merece tener una calle en el municipio.  Sería un honor para Torremolinos el que una de sus vías públicas llevara el nombre de este insigne poeta de la generación del 27, que dejó parte de su alma en Sansueña, Torremolinos.

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