Abuso y maltrato a niños
La mayoría de los amigos consideramos que el hermano C era simplemente cariñoso.
La mayoría de los amigos consideramos que el hermano C era simplemente cariñoso. Nos daba besitos y la mayoría pensamos que eran castos, provocados por nuestros tiernos ocho años. Diferente es el caso del hermano J, del que la opinión generalizada era que “metía mano”. Yo tenía 11 ó 12 años y solamente recuerdo que me hacía cosquillas; pero mi amigo A, una vez que le posó la mano en salvan sean las partes, le espetó tranquilamente: “Hermano, usted es maricón, ¿no?”. No creo esto haya tenido culpa alguna en los problemas psicológicos que yo haya disfrutado en esta vida. Pero otros niños fueron más gravemente atacados.
Recientemente se han publicado los resultados de una investigación del maltrato y violaciones en instituciones irlandesas, regidas por organizaciones católicas. Unos 30.000 niños y niñas fueron enviados, entre 1914 y 2000, a esas instituciones de acogida por motivos propios de cada época. Por ser hijo de madre soltera, por ejemplo. El catálogo es el imaginable: violaciones sistemáticas a niñas, maltrato físico y psicológico, utilización de los niños como mano de obra gratis, etc.
A la publicación del informe comisión se han seguido los tópicos artículos atacando la actuación de la Iglesia Católica y su posterior silencio. Y las consiguientes torpes excusas de la Iglesia; como las declaraciones del cardenal Cañizares diciendo que peor son los abortos. Torpe.
Más interesante me ha parecido un artículo de un conocido escritor irlandés, John Banville, con un expresivo título: Un siglo mirando a otro lado. El artículo comienza concretando: “Todo el mundo lo sabía”. Y finaliza explicando la naturaleza humana: “El ser humano tiene la curiosa habilidad de mantener simultáneamente varias proposiciones contradictorias. Gente perfectamente decente pueden saber una cosa y al mismo tiempo no saberla. Piensen... en Alemania y los judíos en los años cuarenta, o de Bosnia y Ruanda en nuestro tiempo. (...). Nosotros sabíamos, y no sabíamos. Esa es nuestra vergüenza hoy”.
Ese es un buen comienzo para tratar este asunto del que se puede decir lo siguiente:
1. El maltrato y abuso, incluido sexual, a niños no es privativo de la Iglesia Católica. Todos podemos recordar, si queremos, casos que han involucrado a alguna organización parecida a los boys scouts. Lo que pasa es que cómo la Iglesia es grande y organizada, se le puede sacar dinero. En Irlanda se han pagado más de 1.000 millones de euros. Es obsceno que no se busque el culpable o el arrepentimiento, sino que, además, se pida una indemnización. ¿Eso cura? Y es obsceno que a la Iglesia lo que le preocupe son las consecuencias financieras de las denuncias; véase lo del obispo DiMarzio de Brooklyn.
2. Es lo peor que puede hacer un ser humano. El Evangelio es claro: “Pero al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar” (Mt, 18).
3. Pero lo hacen seres humanos. Lo hacemos nosotros, nuestros iguales. Enfermos, malvados, pero seres humanos. Nosotros violamos, asesinamos, organizamos la matanza de judíos, limpiamos étnicamente Bosnia, masacramos en Ruanda. ¿Qué usted no lo ha hecho y nunca lo haría? Pregúnteselo a los honrados alemanes que acababan asesinando judíos sin sentir nada especial, como uno escribió en su diario.
4. Una prueba de lo anterior es que, como dice Banville, lo sabíamos y no lo sabíamos.
Y es una tristeza dedicar la brevedad de un artículo a este asunto habiendo otros más amables como ese experimento de crear una escuela (no privada) en la que se paga 125.000 al año a los maestros; o que el respetado The Economist catalogue las propuestas económicas de Zapatero cómo sacar conejos de la chistera; o esas granjas que cambian la dieta de las vacas para que contaminen menos; o esa inversión de 20.000 millones de euros rechazada por una empresa porque el comprador es chino; o los millones y millones de hectáreas agrícolas que ciertos países están comprando en el tercer mundo.
Pero cómo decía el poeta: “Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca; y si al alma su hiel toca, esconderla es necedad”. Que ustedes voten bien.
sgallego2009@gmail.com
Recientemente se han publicado los resultados de una investigación del maltrato y violaciones en instituciones irlandesas, regidas por organizaciones católicas. Unos 30.000 niños y niñas fueron enviados, entre 1914 y 2000, a esas instituciones de acogida por motivos propios de cada época. Por ser hijo de madre soltera, por ejemplo. El catálogo es el imaginable: violaciones sistemáticas a niñas, maltrato físico y psicológico, utilización de los niños como mano de obra gratis, etc.
A la publicación del informe comisión se han seguido los tópicos artículos atacando la actuación de la Iglesia Católica y su posterior silencio. Y las consiguientes torpes excusas de la Iglesia; como las declaraciones del cardenal Cañizares diciendo que peor son los abortos. Torpe.
Más interesante me ha parecido un artículo de un conocido escritor irlandés, John Banville, con un expresivo título: Un siglo mirando a otro lado. El artículo comienza concretando: “Todo el mundo lo sabía”. Y finaliza explicando la naturaleza humana: “El ser humano tiene la curiosa habilidad de mantener simultáneamente varias proposiciones contradictorias. Gente perfectamente decente pueden saber una cosa y al mismo tiempo no saberla. Piensen... en Alemania y los judíos en los años cuarenta, o de Bosnia y Ruanda en nuestro tiempo. (...). Nosotros sabíamos, y no sabíamos. Esa es nuestra vergüenza hoy”.
Ese es un buen comienzo para tratar este asunto del que se puede decir lo siguiente:
1. El maltrato y abuso, incluido sexual, a niños no es privativo de la Iglesia Católica. Todos podemos recordar, si queremos, casos que han involucrado a alguna organización parecida a los boys scouts. Lo que pasa es que cómo la Iglesia es grande y organizada, se le puede sacar dinero. En Irlanda se han pagado más de 1.000 millones de euros. Es obsceno que no se busque el culpable o el arrepentimiento, sino que, además, se pida una indemnización. ¿Eso cura? Y es obsceno que a la Iglesia lo que le preocupe son las consecuencias financieras de las denuncias; véase lo del obispo DiMarzio de Brooklyn.
2. Es lo peor que puede hacer un ser humano. El Evangelio es claro: “Pero al que escandalice a uno de estos pequeños, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar” (Mt, 18).
3. Pero lo hacen seres humanos. Lo hacemos nosotros, nuestros iguales. Enfermos, malvados, pero seres humanos. Nosotros violamos, asesinamos, organizamos la matanza de judíos, limpiamos étnicamente Bosnia, masacramos en Ruanda. ¿Qué usted no lo ha hecho y nunca lo haría? Pregúnteselo a los honrados alemanes que acababan asesinando judíos sin sentir nada especial, como uno escribió en su diario.
4. Una prueba de lo anterior es que, como dice Banville, lo sabíamos y no lo sabíamos.
Y es una tristeza dedicar la brevedad de un artículo a este asunto habiendo otros más amables como ese experimento de crear una escuela (no privada) en la que se paga 125.000 al año a los maestros; o que el respetado The Economist catalogue las propuestas económicas de Zapatero cómo sacar conejos de la chistera; o esas granjas que cambian la dieta de las vacas para que contaminen menos; o esa inversión de 20.000 millones de euros rechazada por una empresa porque el comprador es chino; o los millones y millones de hectáreas agrícolas que ciertos países están comprando en el tercer mundo.
Pero cómo decía el poeta: “Pues amarga la verdad, quiero echarla de la boca; y si al alma su hiel toca, esconderla es necedad”. Que ustedes voten bien.
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