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El pasado (reciente)

Es necesario conocer la historia por muchos motivos que no voy a enumerar ni explicar, porque no es mi objetivo en este artículo y no pretende dar lecciones

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Es necesario conocer la historia por muchos motivos que no voy a enumerar ni explicar, porque no es mi objetivo en este artículo y no pretende dar lecciones de lo que no domino. Sin embargo, siempre se me quedó grabada una frase de un profesor de historia que tuve en el instituto: “es necesario conocer la historia para no caer en los errores del pasado”.

Esta frase nos la repetía en varias ocasiones dicho profesor que fue diputado en las primeras cortes de nuestra democracia actual y que ocupó diferentes cargos políticos a lo largo de su vida, toda una eminencia en Cádiz, don Pedro Valdecantos.

Pues bien, don Pedro, a pesar de sus esfuerzos con su alumnos, se ve que en la política que tato amó usted,  no termina de calar aquello de no caer en los errores del pasado. Es más, en la política actual, el pasado (reciente) es recurrido de forma continua, partidista, interesada y malintencionada.


“La herencia recibida” es la tabla de salvación de todos aquellos que llegan a estar al frente de cualquier administración que se precie. Rajoy puede que empezara con esta moda (no estoy seguro) cuando justificaba el haber tomado las medidas contrarias a las prometidas, justamente por encontrarse un panorama desolador y mucho peor de lo que esperaba.

Cierto es que su razonamiento puede tener argumentación de base pero, sería todo un detalle apreciar la inteligencia de quienes le votaron y quienes no, si de igual forma, asumiera realmente que no cumplió con lo prometido.

Parece que los errores se repiten y, en la mayoría de las alcaldías que han cambiado de partido político, se sigue a rajatabla recurrir a la herencia recibida como justificación a la falta de resultados o la incompetencia propia.

¿Qué herencia recibieron aquellos diputados en el nacimiento de la democracia? Algunos incluso tuvieron el coraje de dimitir, otros la valentía de asumir cambios necesarios e imprescindibles pero, sin dejarse llevar por el discurso facilón de “no quieran ustedes que arregle yo en un años lo que otros no han hecho en diez, en veinte…”

La historia (reciente) una vez más se repite, y los políticos del cambio, los que no quieren el cambio y los que buscan un cambio a medias, debieran prometer a sabiendas de donde pretenden meterse, con el suficiente coraje para asumir con valentía el incumplimiento de lo prometido, sin necesidad de recordar que no son responsables de lo que les dejó el que había.

Nuestra inteligencia saldría bien parada y los votos de muchos ciudadanos irían a parar a aquellos que de verdad nos trataran como a adultos y trabajaran por conseguir lo prometido, algo realmente difícil aunque, siempre podrían reconocer lo que no han conseguido. Esto último es aún más difícil, claro está.

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