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El separatismo español

Vivimos en un sistema democrático que refleja una realidad antisocial; dándole a los problemas colectivos soluciones inadecuadas y parciales.

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Al político responsable, sólo se le pide que piense y actúe en consecuencia; se le exige, tan sólo, que las soluciones estén en relación con los hechos que ocasionaron las problemáticas. El mundo político español se mueve entre grupos separatistas y el separatismo de los no separatistas. Así tenemos: el separatismo nacionalista o de apego al territorio; el liberalismo o separatismo económico, entre los pudientes y no pudientes; el separatismo socialista que divide a la sociedad, en ideológicamente buenos y malos; el separatismo de los partidos, olvidándose del conjunto de los votos; el separatismo de las creencias y otros separatismos. Por lo tanto, llegamos a la conclusión de que la clase dirigente es separatista y de alguna manera antisocial, al no dar soluciones totales a la sociedad, sino a una parte de ella en algunos casos.

Vivimos en un sistema democrático que refleja una realidad antisocial; dándole a los problemas colectivos soluciones inadecuadas y parciales. El pensamiento que se organiza colectivamente, está ideologizado y busca las viejas teorías económicas de sus sistemas ideológicos. Es lógico que las soluciones ocasionen los mismos desastres de siempre, por eso, las crisis tardan tanto en remitir; pues hay que darles respuestas correctas a los problemas surgidos y a los problemas ocasionados por las soluciones, que son aún más graves; recordemos las políticas de austeridad.

Esta ceguera de pensamiento político separatista es la que ha llevado a la sociedad a grandes catástrofes, por lo general, se nos educa para militar en un sistema ideológico que no sirve, cuyos elementos oscuros fragmentan a la sociedad. En España se ha practicado el culto a la transición, para hallar solución a la crisis política, sin enfrentarse directamente a los hechos o abrir la mente a la realidad; se parte de viejas ideas preconcebidas. El nuevo reto necesita no tener miedo a la libertad. Los condicionamientos no ayudan a la reconciliación con la crisis. Ahora bien, la libertad política no representa el diseño de un contexto que exija la permanente adaptación, un ensayo diario. Ni la tiranía del momento, ni en el “para siempre” del pasado.


La vida política es entendida con los tiempos. Una cultura líquida sin vínculos algunos, estaría fuera de lo real; el ser humano es presentado en armonía con la realidad. La situación generalizada de corrupción ha llevado a la ruptura del sistema, cuya cuestión antropológica la encontramos en el deseo del ser humano de idolatrarse en sus ansias de poder, el “superhombre” de Nietzsche. En las crisis, los sistemas políticos se hacen complejos y aparecen realidades emergentes, su paradigma es la fuerza que ejerce sobre mismo. En la fortaleza de un partido emergente, aparece su pretensión de totalidad, por eso en España, ha quedado reducida la emergencia a la fuerza de un sólo partido, cuya tendencia en votos le puede llevar próximamente a gobernar.

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