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El Fundamento de la Semana Santa

Los fieles en general y los cofrades en particular saben que éste es -su único y exclusivo fundamento- y no existiría tal fundamento sin la Resurrección de Cristo. La Pascua de la Resurrección.

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  • El Campanario del Santo Cristo -

Hoy Domingo  Ramos, hipotéticamente ocurra o no las previsiones que más adelante se citan.  Vamos a prepararnos ilusionados para recibir a la Semana Santa de 2015. Pero con la acostumbrada respuesta devocional de los isleños y suponiendo que entre sol, viento de levante o de poniente si los hay. O las  lluvias y/o amenazas de lluvias (no deseables) porque sería la suspensión en su caso. Los estrenos, las filas de penitentes, los atributos e insignias, los Pasos todos: Crucificados, Nazarenos, los de Misterios, los de Palios, ¡Ah los de Palios!  Las flores, las ceras, el incienso, la música, las agrupaciones musicales, las bandas de música, las saetas, los aplausos, las cargas, las recogidas largas o breves, las penitencias, las oraciones. Y tantas otras circunstancias, que además de las citadas son con toda seguridad,  si no todas, algunas entre las que deseamos que no se encuentre al menos la lluvia ni un excesivo viento, van a transcurrir inevitablemente en el transcurrir durante toda la Semana Santa de La Isla.

Y todo este despliegue es lo que representa su aspecto aparente, plástico y externo. Sin embargo, estos condicionantes no deben confundir ni ocultar el verdadero sentido espiritual  y de la religiosidad popular de las salidas procesionales y de las estaciones de penitencias que serán efectuadas por las distintas hermandades y cofradías.

Algunas, pendientes de esas circunstancias meteorológicas o de los imponderables, que a veces sin desearlo, inevitablemente suelen aparecen. Pero todas comprometidas bajo el signo de la Cruz, desarrollando el marcado carácter penitencial, de fervor y seguimiento que la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo les convoca, porque solamente ella resume su -Fundamento- y la razón de ser y de su existencia.


Es difícil separar de estas manifestaciones lo divino de lo humano. Lo festivo, lúdico y coloquial de lo sagrado, espiritual y religioso. Sin embargo es ahí precisamente donde radica toda la esencia de la Semana Santa que, no es otra cosa que revivir las escenas bíblicas de aquel que tomó su Cruz y entregó tan generosamente su vida por nosotros, dejándonos un espejo maravilloso para fijarnos en él y seguirle en sus ejemplos, en sus obras y en sus palabras.

¡La Semana Santa, sí! La Semana Santa que comienza o la Semana Santa que termina. Más como la propia resurrección de Cristo, ha comenzado y una vez que finalice caminará ya de nuevo hacia la próxima, radiante, iluminada, convencida e ilusionada de repetirse mejorando y reforzando todo el conjunto de su cortejo y de sus recreaciones, especialmente en el mundo de la fe y en el terreno de la misión penitencial y evangelizadora que las hermandades y cofradías tienen encomendadas.
Los fieles en general y los cofrades en particular saben que éste es -su único y exclusivo fundamento- y no existiría tal fundamento sin la Resurrección de Cristo. La Pascua de la Resurrección. El Señor, base y compendio de toda la fe cristiana como esperanza de salvación eterna.

Rico mensaje que nos  deja ésta Semana que está por comenzar y todas las Semanas Santas venideras sobre la que convendría incidir, meditar y practicar, imitando la figura de Cristo Resucitado, ofreciéndole el mayor, el más hermoso y delicado de los Cultos, porque sólo en la Resurrección, encontraremos el camino y el fundamento de ser auténticos cristianos.

Pero para eso, tenemos que fijarnos en Cristo,  seguir su modelo y coger  nuestra propia cruz, que no es otra que la cruz de los parados, de la droga, de la corrupción, de la escasez, de la pobreza, de las enfermedades y de cuantas cruces tiene que soportar el género humano hasta llegar a las últimas de nuestras cruces,  exactamente igual que  le sucedió a Jesucristo El Señor para tomar la suya.

Cruz que si a pesar de su peso,  hemos sido capaces de cargarla,  llevarla y soportarla durante toda nuestra vida. Al final, no las encontraremos aliviada, menos pesada y llena de la misericordia y el amor, que tuvo que derramar en ella el Señor, para concedernos el premio y el consuelo de alcanzar lo que significa la salvación y la felicidad de una vida eterna.

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