El tiempo en: Chiclana
Publicidad Ai
Publicidad Ai

El sexo de los libros

Evelyn Waugh: \'Helena\'

Al parecer, Santa Helena era posadera (stabularia) en un mesón propiedad de sus padres en la ciudad de Drepanum (golfo de Nicomedia, en la actual Turquía), donde probablemente nació hacia la mitad del siglo III.

Publicidad Ai
Publicidad Ai Publicidad Ai
  • Evelyn Waugh

Helena. Emperatriz y santa es un relato publicado en 1950 por el inglés Evelyn Waugh (1903-1966). El ultraconservador Waugh se convirtió al catolicismo en 1930 y en la Iglesia de Roma hallará el marco idóneo para su temperamento aristocratizante, peculiar sensibilidad e inteligencia superlativa y escéptica. El autor de Retorno a Brideshead sintió siempre, como complemento de su mordaz y privilegiada vena satírica, un manifiesto interés por los aspectos estéticos de la historia. Helena recrea hechos de la antigüedad romana. Escoger a la madre del emperador Constantino el Grande (285?-337) como personaje central de dicha  narración responde a dos motivos específicos: su condición de santa y su presunto (si bien harto discutible) origen británico. Al parecer, Santa Helena era posadera (stabularia) en un mesón propiedad de sus padres en la ciudad de Drepanum (golfo de Nicomedia, en la actual Turquía), donde probablemente nació hacia la mitad del siglo III.  La vida de esta mujer está envuelta en una abultada serie de leyendas y los datos sobre su biografía siguen siendo muy contradictorios.

No está claro, por ejemplo, que Helena se casara con Constancio Cloro (cloro, es decir, el pálido), con el que engendró a Constantino; pero también se defiende que fue primero concubina y luego esposa legítima del que sería, en 293, César de Occidente, momento en el que Constancio  repudia a Helena para matrimoniarse con Teodora, hijastra del emperador Maximiano. Pero Constancio reconoció a Constantino, quien, tras numerosas vicisitudes y querellas, se hace dueño del imperio, en 326, al vencer a su oponente Licinio en Adrianópolis y Crisópolis. Su entronización tuvo lugar en Britania, en la hoy localidad de York.

Moralmente, la conducta política (y moral) de Constantino el Grande deja bastante que desear. Ordenó muchas muertes violentas, entre ellas la de su hijo Crispo. La trayectoria de su madre ofrece, así mismo, aspectos tenebrosos: existen indicios de que fue la instigadora de la muerte de su nuera Fausta, responsable a su vez de la eliminación de Crispo.

Suena la hora del arrepentimiento y Helena (ya de edad muy avanzada) viaja a Jerusalén para protagonizar la invención de la Santa Cruz  (invención en su significado —invenire—  de descubrimiento). Allí no dejó piedra sobre piedra ni metro cuadrado sin excavar. Con su equipo de técnicos, obispos y sabios desarrolló un programa de demolición sistemática: el objetivo era dejarlo todo en el mismo estado en que Cristo lo había conocido. Por fin, en el monte Calvario, al destruir el templo de Afrodita levantado por Adriano, se encontraron enterradas tres cruces; para identificar la del Divino Salvador se extendió a un enfermo sobre cada uno de los tres patíbulos hasta que el sujeto sanó milagrosamente al tocar su cuerpo el auténtico madero sagrado. De paso, también dio con los restos de los Reyes Magos, custodiados desde 1164 en el Dreikönigsschrein de la Catedral de Colonia. La patrona non sancta de los arqueólogos falleció en el 329.

Más que una novela con pretensiones de rigor histórico, el texto de Waugh (de impecable factura y extraordinaria amenidad) es una reelaboración de piadosos y legendarios materiales con intención eminentemente literaria. Lo que le importa a Waugh es la personalidad de la bienaventurada Helena, la atmósfera de fe en la que se vio inmersa, su tenacidad, la vivencia de sus ideales. En otro sentido, son dignas de resaltarse las descripciones del agitado ámbito cortesano que rodea al todopoderoso Constantino: intrigas palaciegas, venganzas,  ultrajes y demás enredos. Waugh se deja llevar en exceso por las tesis de Geoffrey de Montmouth (s. XII) que reivindica la britanidad de la santa. Esto es lo de menos, lo fundamental es que la lectura de Helena depara una gratificante experiencia.  
 

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN