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Contra el miedo al miedo

A estas alturas de la película de terror en la que se está convirtiendo la economía, me resulta absolutamente necesario parar un segundo y convencerme de eso... de que estoy viendo una película...

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A estas alturas de la película de terror en la que se está convirtiendo la economía, me resulta absolutamente necesario parar un segundo y convencerme de eso... de que estoy viendo una película. Esto, que lo suelo hacer habitualmente cuando me meto en las tramas cinematográficas, me condujo el otro día a llamar a una emisora de radio en la que un conocido tertuliano se refería a la crisis económica en términos tan catastrofistas que me salió del alma el gritarle ¡basta ya!, señor sabelotodo. ¡Basta ya! de amedrentar a la gente, desde el cómodo sillón de un despacho, y con la cuenta corriente llena. ¡Basta ya! de contar miserias, porque de seguir así el país se va a paralizar, no sólo porque aumenten las cifras de paro, y las empresas no sepan cómo salir del atolladero en el que unos cuantos desaprensivos nos han metido, sino porque nada hay más paralizante que el miedo al miedo.

Y miedo es lo que siento cuando oigo la radio o pongo la tele, y escucho a todas horas, en todos los programas, lo mal que estamos, y lo peor que vamos a estar en los próximos días, meses, años. Desgraciadamente hay datos para avalar sus tesis pero convendrán ustedes conmigo en que todo esto hay un componente psicológico que les viene de perlas a quienes poco o nada tienen que aportar a la sociedad.

Seamos serios señores expertos: ¿cómo fiarnos de quiénes dicen que esto puede durar dos, seis años, si nadie, ni siquiera los que ostentan premios de tanto prestigio como los Nobel en Economía, sabían lo que iba a pasar tres meses antes de que explotara la burbuja del bienestar? No es la primera que vez que estamos en crisis, es más, hay gente que está en crisis desde que nació y se morirá sin saber, lo que es una stock option, o una subprime, porque ni antes ni ahora los bancos les han permitido acceder a un trozo del pastel que con tanta glotonería han degustado durante la última década, y del que en cambio sí hicieron participes a otra mucha gente, no por generosidad sino por ignorancia, porque no pensaron que el maná de la construcción se iba a acabar de forma tan brusca.

Del discurso de la toma de posesión de Obama me quedé con el llamamiento que hizo a la gente, a esos que tantas esperanzas han puesto en el nuevo inquilino de la Casa Blanca, en el sentido de que para salir del embrollo en el que estamos metidos, hay que echar mano de valores hoy un tanto trasnochados como son los del esfuerzo, el ahorro, la ética, la honradez, la esperanza, y que habrá que volver a desempolvar si queremos salir de la mala situación en la que estamos metidos, y a la que nadie sabe cómo ponerle fin.

Es el momento de arrimar el hombro, todos, sin excepción, no de echarse las culpas al contrario, para flagelarse ya habrá tiempo. Lo importante ahora es sacar las lecciones oportunas para no volver a caer en los mismos errores de años pasados, de manera que menos hablar y más trabajar, porque sólo así podremos salir de la situación en la que estamos metidos.

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