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En tiempos críticos se necesita algo más que gestos

¡Viene el Rey! Dicen unas personas a otras.

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¡Viene el Rey! Dicen unas personas a otras. Escuché una que respondió con una pregunta ¿Cuál de sus promesas cumplirá el Rey en Algeciras?

Por curiosidad cualquiera mete las palabras rey y Algeciras juntas, en búsquedas de internet, y salen un montón de referencias. En uno de los más populares buscadores salen 570.000. Evidentemente no todas ellas se refieren  a la próxima efeméride, ya que alguna anuncia la actuación del Rey León en Algeciras,  o esta otra “la autovía pasará por el Pinar del Rey” por ejemplo. Pero el núcleo de los primeros cincuenta sitios donde  se recoge la próxima visita manifiestan una especie de  “revancha” regia de la casa de Borbón por la reciente estancia  de la “casa de Windsor” al vecino Peñón de Gibraltar. Por otro lado los políticos locales encabezados por el Alcalde de Algeciras se alegran de la visita del monarca a la ciudad y  hasta la Asociación Unificada de la Guardia Civil cree “justo y necesario” que el rey realice la visita.

Unos opinan que el Rey  viene para apoyar a la Guardia Civil, otros que viene a apoyar a los pescadores, otros que ya que vienen los Windsor ¡aquí están los Borbones”.  Lo que  nadie sabe es la solución que  viene a aportar D. Juan Carlos, ya que podría traer, cual rey mago, el cumplimiento de algunas de las promesas anunciadas en su Discurso de Proclamación, realizado el 22 de noviembre de 1975 como flamante Rey de España. La primera por la grave necesidad del momento que atraviesan sus súbditos sería aquella donde  anunciaba:

“La Corona entiende también como deber fundamental el reconocimiento de los derechos sociales y económicos, cuyo fin es asegurar a todos los españoles las condiciones de carácter material que les permitan el efectivo ejercicio de todas sus libertades.
Por lo tanto, hoy queremos proclamar que no queremos ni un español sin trabajo ni un trabajo que no permita a quien lo ejerce mantener con dignidad su vida personal y familiar, con acceso a los bienes de la cultura y de la economía para él y para sus hijos.”

Más de 40.000 personas de la zona podrán recordar al Rey esta promesa realizada al inicio de su reinado. Le quedarían muy agradecidas si su visita supone el cumplimiento de esa promesa.

La segunda estaría referida al “contencioso gibraltareño” ya que hace 36 largos años dijo: “No sería fiel a la tradición de mi sangre si ahora no recordase que durante generaciones los españoles hemos luchado por restaurar la integridad territorial de nuestro solar patrio. El Rey asume este objetivo con la más plena de las convicciones”.  Además hay que tener en consideración que  estas y otras promesas se realizarían  porque,  como él dijo: “El Rey es el primer español obligado a cumplir con su deber y con estos propósitos. En este momento decisivo de mi vida afirmo solemnemente que todo mi tiempo y todas las acciones de mi voluntad estarán dirigidos a cumplir con mi deber”.  Cierto es que tres años después  juró la constitución española de 1978 en la que su voluntad quedó sin capacidad para adoptar decisión alguna, debiendo  ceñirse a la voluntad de los parlamentos y gobiernos de turno.

Una cosa es segura: la visita costará algunos euros, porque no viene invitado por nadie que se sepa. En estos momentos críticos para cientos de pequeñas empresas y miles de personas trabajadoras y muchos miles de paradas y parados, la visita de D. Juan Carlos debería traer la dicha, la abundancia, el bienestar, la solución de los males que aquejan al pueblo.  Si eso fuese así bienvenida la real persona a esta ciudad. Pero este cuento de príncipes y princesas no tendrá un final feliz, ya que pocos (los de siempre) comerán perdices. El guión ya está escrito su visita será un hecho que unos interpretarán como la respuesta al desaire o atrevimiento de los Windsor,  cuatro palabras (bien dichas) a los pescadores y a la Guardia Civil,  saludos a la multitud que en plena Ferial Real le agasajará y hasta siempre. Y se olvidará de las personas en desempleo, de las pequeñas empresas que se ahogan,  de  españolas y españoles que trabajan en el Peñón, y a los que las tensiones entre gobiernos perjudican injustamente tanto como a los pescadores algecireños. Porque esto de Gibraltar aunque viene de no hace mucho (¿Qué son 300 años en la historia?) parece ser el eterno problema de siempre.
Fdo Rafael Fenoy Rico  Comunicación Educación CGT

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