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05/05/2024  

Eutopía

Luciérnagas

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Dentro de mis relaciones cotidianas a nivel profesional y familiar, interactúo con un amplio espectro de ese sector poblacional de la juventud. Algunas veces, se puede apreciar, que un porcentaje significativo tiene dificultades para identificar la diferencia entre contextos ideológicos antagónicos. Todos los sistemas de protección en España, les parecen inherentes al “proceso no convulso” de adquisición de derechos y libertades de nuestro país.


Reconocen algunos acontecimientos históricos que marcaron etapas cruciales, donde nos situaba en una diferencia abismal con respecto a otros países europeos que se jactan de ponernos el puntazo sobre esa “i”, vocal absolutista de “crisis” palabra sedentaria ya en nuestros labios. Se detecta una leve adherencia de conocimientos formativos, que puede provocar como “efecto colateral”, una amalgama cultural, donde difícilmente podrían extraerse axiomas claves, para ubicarse en este presente, invadido por el nuevo y caótico colonialismo presentado como globalización. Recuperar y apuntalar la memoria histórica, significaría para éstas y las futuras generaciones, la implicación y participación directa para preservar y expandir el bienestar social. Recordar que llevamos tan sólo siete lustros de democracia es lanzar una linterna a la conciencia a quemarropa. Esta juventud, ha crecido memorizando derechos, con el beneplácito de unos agentes de socialización en pugna, sin que se reforzara la trascendencia de la asunción de compromisos individuales y colectivos, la valoración del esfuerzo y el coste público para el desarrollo integral, la racionalización de las prestaciones, servicios, ayudas de naturaleza pública en diferentes planos: social, educativo, sanitario, etc. ¿Quién tiró la primera piedra para construir los muros en los litorales de la conciencia ética y crítica, en el sentido de la autoresponsabilidad, en el ejercicio de cuidar la tierra de la propia motivación?...La respuestas dialécticas se agitan entre las aspas del ventilador que son, según donde se dirija…Crecer en esa alucinación de pozo sin fondo, con esa mirada obsesiva hacia el ombligo, con esas pautas de irracional codicia que ansía rendirle culto al esnobismo, pasando de lo “guay” a lo “chic”, de lo “heavy” a lo “cool” para volver a lo “retro” y después a lo “vintage”…para hacerles chocar de pronto con una sociedad marcada por las condiciones tiránicas del mercado, es asesinarles a Peter Pan , es dispararles a una máxima que se les había tatuado: esa sensación equívoca de la seguridad a costa de todo…Pero siempre encuentro en el alumnado de Trabajo Social, quienes me convencen que podemos ver puertas donde aparentemente no hay salidas, donde en las noches no navegables me hacen confiar que se acercan luciérnagas con otra luz muy diferente, más acogedora…Por ese tranvía de gestos utópicos…Muchas Gracias.

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