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Cosechando enemistades

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Cayetano Martínez de Irujo se ha bajado del caballo para hablar de lo divino y lo humano pero, sobre todo, de las subvenciones que recibe la Casa de Alba, que sólo de la Unión Europea percibe alrededor de tres millones de euros anuales en concepto de ayudas al desarrollo agrario.


En un periodo de crisis económica como el actual, donde los recortes alternan con los ajustes y viceversa, parece inmoral que una familia que nunca va a tener problemas para pagar el recibo de la luz reciba tamaño respaldo de Bruselas. Pero sin lugar a dudas lo que resulta sonrojante es que el hijo de doña Cayetana diga que en Andalucía “hay pocas ganas de trabajar” o que sus jóvenes no están demasiado interesados en “progresar”.


Cualquier tipo de aseveración, por políticamente incorrecta que resulte, encierra una parte de verdad. Pero una cosa es admitir la posibilidad de que haya quienes prefieran el subsidio al trabajo y otra distinta consentir que afirmaciones de este calado sean realizadas por un señor que disfruta de una posición social y económica de auténtico privilegio. Hay personas que no están moralmente legitimadas para hacer determinadas afirmaciones aunque sus palabras encierren esa parte de verdad común a cualquier aseveración. El señor Martínez de Irujo es una de esas personas que debe guardar silencio.

Tradicionalmente, los andaluces hemos consentido a su señora madre, que recibe subvenciones de aquí y de allá y que goza de sus mismos privilegios. Incluso, su labor en favor de la promoción de la cultura -que es importante- ha merecido el reconocimiento institucional de la Junta. En el mayor de los delirios, no pocas personas piropean a doña Cayetana cuando se entremezcla con la plebe, especialmente en acontecimientos lúdico-festivos. Además de a cosechar subvenciones, el heredero debe aprender de su madre a cosechar el cariño de la gente. Y eso no se gana a base de insultos. 

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