Orden

Publicado: 11/03/2025
En el orden material no basta con que haya un lugar para cada cosa y cada cosa esté en un lugar determinado, sino que también ese lugar debe estar bien elegido
El orden, tanto en el ámbito material como social, está entre los principios directivos que Henry Fayol identificó en 1916. Su fórmula del orden material era “un lugar para cada cosa y cada cosa en su lugar” y, de forma similar, “un lugar para cada persona y cada persona en su lugar” para el orden social.

En el orden material no solo basta con que haya un lugar para cada cosa y cada cosa esté en un lugar determinado, sino que también ese lugar debe estar bien elegido. Si no se cumple esta condición solo hay una apariencia de orden que puede encubrir un desorden real. En Jaén parece que el orden que disponen quienes mandan es que no tengamos las mismas cosas que otras provincias. Aquí nos toca tener autovías sin terminar, infraestructuras eléctricas insuficientes, aeropuerto en Granada y AVE en Córdoba. De milagro tenemos universidad. Debe ser que otros lugares sí están bien elegidos, salvo que vayamos a sospechar que lo que hay es una apariencia de orden para contentarnos con lo más barato, aunque no sea lo adecuado. En casa del pobre se hace fiesta con poco.

En el orden social, Fayol indicaba que debe haber un lugar para cada empleado y cada empleado en un determinado lugar, pero el orden real requiere además que el lugar sea adecuado para el empleado y el empleado sea adecuado para el puesto. Textualmente, lo expresa con “la persona adecuada en el sitio correcto”. Esto implica realizar una buena organización y una buena selección, es decir, decidir los puestos necesarios y escoger a las personas adecuadas que ocuparán esos puestos para dar los mejores resultados.

Hace más de 100 años, ya indicaba Fayol que esto parece sencillo, pero es un espejismo, sobre todo cuanto mayor es la organización, cuando los intereses individuales sacrifican el interés general, y en ciertos ámbitos en los que “la ambición, el nepotismo, el favoritismo o simplemente la ignorancia multiplican los puestos sin razón o los asignan a empleados incompetentes”. Si Fayol viviera en nuestros tiempos podría comprobar que hemos superado con creces todo lo anterior, con el agravante de que ahora no pasa nada cuando se descubre. Da igual la verdad cuando se maneja la postverdad para mantener una apariencia de orden que ya no puede ocultar el desorden real en el que estamos instalados. Hace mucho que en algunos ámbitos no están las personas adecuadas en los sitios correctos, y que otras personas no adecuadas tampoco están donde se merecen estar.

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