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Temo al hombre de un solo libro

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Tomás de Aquino, autor de la frase “Temo al hombre de un solo libro” (Timeo hominem unius libri), conocía muy bien los radicalismos de la Edad Media y las mentes estrechas de los difamadores.


Desgraciadamente, en esas fechas, no se podía andar con descuidos, porque los teólogos más extremistas utilizaban todos los medios para acusar de heterodoxia a cualquier teólogo avanzado, para que la Inquisición lo mandara a la hoguera.

Esta lapidaria frase, de una de las cabezas más privilegiadas de la Humanidad, corrió como la pólvora por todas la universidades donde había facultades de Teología. Tomás era italiano, nacido en Roccasecca, junto a Monte Casino, en 1225. Estudió en Colonia (Alemania) y enseñó en París (Francia), Roma y Nápoles (Italia). Murió en 1274 al dirigirse al Concilio de Toledo (España). Fue declarado santo y doctor de la Iglesia. Sistematizó las concepciones aristotélicas con el platonismo, en la filosofía cristiana denominada “tomismo".

La obra de Tomás de Aquino es impresionante, más de veinte tomos titulados Summa Teológica del divinoTomás de Aquino, doctor angélico (Summa Theologica Divi Thomae Aquinatis, Doctoris Angelici). Ahí recoge toda la teología que a través de los siglos se había difundido por la Cristiandad desde el principio hasta el siglo XIII. Su temprana muerte, a los 49 años de edad, dejó inéditas otras muchas obras que sus hermanos de religión fueron publicando después.

Lo más desconcertante es que, todavía hoy, se siga persiguiendo a teólogos que han intentado abrir puertas y ventanas para avanzar por el difícil camino de la historia y de la doctrina de Cristo. Precisamente, este año nos ha llegado la segunda parte de una gran obra del Papa Benedicto XVI, titulada Jesús de Nazaret, Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección. El Papa Ratzinger añade, al dominio del tema, una formidable lección de apertura, las repetidas citas de teólogos protestantes que han abierto camino por el mismo sendero por el que él ha transcurrido ahora.

Hoy, 26 de abril, a propósito del pasado 23, Día del Libro, viene a cuento recordar la frase, que Tomás de Aquino dejó grabada en la mente de la Humanidad. Había escasos medios para propagarla a los cuatro vientos, pero Tomás había intervenido ya en las grandes asambleas de la Edad Media y había enseñado en las principales Facultades de Teología de Europa, denunciando el miedo a los hombres de un solo libro. Afortunadamente, hoy podemos adquirir libros de todas clases. Las mentes del siglo XXI pueden formarse con las ventanas totalmente abiertas. Y los que se limitan a un solo libro y a un solo criterio, quedan arrinconados a una época de angosturas y estrecheces, tanto en Religión, como en Política, como en Economía.

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