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Vuelta a la rutina: oportunidad para reenfocar nuestra vida

Cuando finaliza el período vacacional, la mayoría de las personas enfrentan el desafío anual de adaptarse nuevamente a la rutina diaria

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  • Nuevos retos. -

Muchas recomendaciones que se difunden cada año para enfrentar el desasosiego e incomodidad que provocan el retorno a la rutina habitual tras las semanas de descanso estival, son paliativos que no resuelven los problemas de fondo que están en la raíz de dicho malestar, según el psicólogo Jesús Jiménez Cascallana y la psicoterapeuta María Ibáñez Goicoechea, directores del Centro Psicología e Introspección (CPI).

Aunque también hay personas que anhelan volver a la rutina tras las vacaciones, se calcula que hay en torno a un 65% de afectados por el malestar postvacacional, según CPI (www.introspeccion.com).  

Un 30% de los afectados experimentan un malestar leve, mientras que un 35% se siente mal de manera más intensa, llegando a pasar dos semanas con síntomas como tristeza, alteraciones del sueño, irritabilidad, cansancio, angustia, problemas de concentración, pérdida de apetito, ansiedad y apatía, según puntualizan.

“La solución para este malestar reside en resolverlo a largo plazo para que no vuelva a surgir”, según Jiménez e Ibáñez.

Explican que algunos consejos habituales son programar el regreso de las vacaciones con antelación para prepararse mentalmente, respetar las horas de sueño, moderar el consumo de alcohol y cafeína, practicar la relajación, recibir masajes, seguir una dieta sana, o practicar actividades de ocio y deporte. 

Estas recomendaciones “pueden calmar los síntomas temporalmente, pero no afectan a las causas del problema, por lo que el malestar se vuelve a manifestar con cada regreso de las vacaciones”, aseguran.

Calmantes temporales y remedios permanentes

Añaden que algunos consejos, como “generar nuevas ilusiones y objetivos, hacer algo nuevo como iniciar unos estudios, alejar los pensamientos negativos o reemplazarlos por otros”, pueden llegar a reprimir los síntomas y perjudicar a largo plazo, al traer más complicaciones o aumentar el estrés por las nuevas obligaciones autoimpuestas”. 

El malestar que genera la vuelta al trabajo aparece porque la persona retoma situaciones estresantes o desagradables que ha decidido soportar porque no sabe cómo resolverlas y no se ciñe sólo al ámbito laboral, sino que también puede surgir al regresar al domicilio habitual si, por ejemplo, tenemos problemas serios con algunos vecinos o con familiares, explican desde CPI.

Señalan que durante las vacaciones se suele obviar u olvidar cualquier problema que se tenga, y uno se ‘desacostumbra’ a ese problema debido al relax que se produce durante el descanso, pero esa actitud no lo soluciona y “solo lo pospone”. 

“Al volver a la rutina se retoman las dificultades que se tenían antes de marcharse y resurgen las mismas o similares  emociones, pensamientos, temores y rechazos que esas dificultades provocan”, según estos especialistas.

“Los consejos habituales pueden empujar a la persona a volver a acostumbrarse a la situación estresante y reprimir el malestar que provoca, o bien rebelarse y dejarse llevar por la frustración y la ira, en lugar de tratar de entender bien cuáles son los problemas enquistados y aprender a resolverlos, destacan. 

Analizar el foco del malestar

Jiménez e Ibáñez recomiendan como primer paso “analizar el foco exacto del malestar, observar con calma para descubrir qué es exactamente lo que está produciendo esos síntomas”.

“Muchas veces algunas personas se sienten mal porque no les gusta su trabajo, aunque en la mayoría de las ocasiones no saben definir exactamente qué es lo que les incomoda”, indican. 

Otras se hacen conscientes de que lo pasan mal porque su horario laboral les impide reunirse con sus amigos; o descubren que su trabajo les gusta, pero lo desvalorizan al compararlo con el de otra persona y temen les menosprecien por ello, añaden.

A veces el problema puede ser que la persona tiene una relación difícil con un empleado a su cargo o con un jefe; que se siente incapaz de cumplir sus funciones; o que su pareja muestra insatisfacción porque el trabajo le absorbe mucho y le impide compartir otras cosas en la relación, aseguran

Una vez localizado el foco o focos del conflicto, el siguiente paso para solucionarlo “será descubrir los obstáculos psicológicos, tanto emocionales como racionales, que impiden cambiar la situación y aprender a resolverlos” según estos especialistas. 

Resolver los obstáculos psicológicos

Uno de los obstáculos más habituales es el temor, ya sea “a decir que no, a ser firme, a ceder, al juicio de los demás, a ser menospreciado o a cambiar de trabajo”, puntualizan. 

El miedo, o los diferentes miedos, que provoca el intento de cambiar, es un obstáculo muy importante, según recalcan. 

Puede tratarse de miedo “a poner límites; generar conflictos; a ser rechazado, a sufrir consecuencias; al futuro, a equivocarse; y a sufrir por diferentes situaciones que puedan sobrevenir y que la persona no se ve capaz de afrontar o resolver, cuando en realidad que no sabe cómo afrontarlas o resolverlas”, añaden

Otro obstáculo frecuente es creer que el problema no tiene solución, y tratar de adaptarse a éste, cuando en realidad es que no se sabe cómo resolverlo, según los directores de CPI. 

Esto suele ocurrir porque se asume que el problema lo causan otras personas o se debe a circunstancias externas, en lugar de comprender que tenemos responsabilidad en la situación y que  podemos cambiarla, de acuerdo a esta misma fuente. 

Jiménez e Ibáñez explican que algunas situaciones problemáticas también se enquistan porque la persona aplica métodos de solución que no funcionan ni van a dar resultados a medio ni largo plazo, como automotivarse o ser tenaz. 

La forma correcta de afrontar los obstáculos es examinar bien la situación, identificar las responsabilidades propias y ajenas; aprender a resolver las causas de malestar de las que somos responsables; y observar como nuestros cambios internos van  produciendo cambios externos, en los pensamientos, sentimientos y comportamientos propios y de otros, explican.

“Todo ello hay que hacerlo con compasión hacia uno mismo, sin exigirse ni juzgarse, con ánimo constante de aprender” concluyen.

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