Ni el 80 por ciento de participación ni el 40 por ciento. Ningún porcentaje que se anuncie por parte de los convocantes de la huelga general, los sindicatos mayoritarios, tiene la más mínima validez a efectos de éxito o fracaso y por contra, todo lo que rodea a la jornada de huelga en sí está absolutamente deslegitimado para bien y para mal.
Cuando los sindicatos convoquen una protesta de cualquier tipo y aporten la información precisa a los trabajadores, asalariados y autónomos; cuando la jornada de huelga comience con la normalidad de acudir o no al trabajo, en función de lo que decida cada uno; cuando los resultados se contabilicen desde la decisión libremente asumida, una huelga, cualquier huelga, tendrá razón de ser y legitimidad.
Pero mientras existan los anacrónicos piquetes informativos y “convencitivos”, coercitivos sin el más mínimo disimulo, lo ocurrido este 29 de septiembre de 2010 y cuantas veces ocurra dentro de esas premisas, no será más que un ejercicio de cinismo sindical y lo que es peor, una muestra de algo que usado tanto por la izquierda como por la derecha a lo largo de la historia tiene un nombre muy poco edificante.
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