En el verano de 2006, tuve la fortuna de asistir en Ávila a la presentación de “
Grito de alcaraván”, de Jacinto Herrero (1931 – 2011). En aquella ocasión, José Jiménez Lozano -nacido como Herrero en el pueblo abulense de Langa- alabó “la hermosura y el colorido” de aquella antología e incidió en cómo la lírica de su paisano “era un río de lentísima corriente, de piel morena y embellecida por el brillor de soles y de lunas”.
Recuerdo que a la conclusión del acto, pude compartir una larga charla con el propio Jacinto Herero. Nunca he olvidado la manera en que aquel amante de su Ávila temporal y cotidiana, se sentía dichoso al haberse visto arropado por un numeroso público que él consideraba fiel e imprescindible para que su poesía siguiera creciendo. “En el lector están signadas muchas de mis promesas”, me dijo. Y, desde ese hilo que me propiciaron sus palabras, he ido cosiendo mi acercamiento y admiración a su decir.
Ahora, la Diputación Provincial abulense, a través de la Institución Gran Duque de Alba publica su “Poesía completa”.Se trata de una edición plena de mimo y esmero, al cuidado de Antonio Pascual Pareja -alumno, amigo y expertoenla obra de Jacinto Herrero-, quien ha realizado un excelente trabajo de compilación y estudio.
Son más de quinientas páginas las que abrochan este sugestivo volumen y en la que se reúnen los diez poemarios que vieron la luz en vida del poeta: “El monte de la loba” (1964),“Tierra de los conejos”(1967),“Ávila la casa”(1969),“La trampa del cazador” (1974),“Solejar de las aves”(1980), “Los poemas de Ávila”(1982), “La golondrina en el cabrio”(1993),“Analecta última” (2003), “La herida de Odiseo”(2005) y “Bootes niño”(2009). Bajo el título de “Un caz de agua limpia”, se recoge un apéndice con puñado de textos no recopilados en libro alguno, además de algunos inéditos.
En su prólogo, Pascual Pareja ahonda en las claves vitales y literarias del poeta y destaca su claridad estilística, su noble espíritu y su amor y constante asombro por su tierra. Además, añade: “La hondura de sus versos permite la relectura, la renovación del enigma que no cesa. La vitalidad del significado y la mesura formal dan a su poesía un sabor clásico”.
Y, de todo ello, hay nutridos ejemplos al hilo de este conjunto de versos anhelantes, nostálgicos, místicos y sonoros. Las veredas del Señor, el corazón hecho amistad, el paisaje castellano, elentrañamiento en la infancia, el incesante diálogo con el tiempo y su verdad, la naturaleza de su propia ánima… pueblan estas páginas de un decir sustantivo, sólido, que sitúa la figura y la obra de Jacinto Herrero en un espacio reconocible y personalísimo.
De aquel imborrable día citado, memoro ahora los versos que él mismo quisiera recitarme antes de nuestra despedida y que pertenecen a su poema “Y ya hombre”, inserto en “Tierra de conejos”: “Cuando `amor´ dices, cuando dices/ `soy hombre ya, aquí he llegado´,/ enciende el niño que tú fuiste/ en claridad tu cuerpo, campo/ donde una oculta primavera/ hace estallar brotes de vida (…) Hombre, por fin, carne y espíritu/ en que Dios mismo se complace”