Quien no se consuela... (el sesgo de confirmación)

Publicado: 16/04/2023
Autor

John Sullivan

John Sullivan es escritor, nacido en San Fernando. Debuta en 2021 con su primer libro, ‘Nombres de Mujer’

El cementerio de los ingleses

El autor mira a la realidad de frente para comprenderla y proponer un debate moderado

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Habrá noticias, habrá hechos contados de manera parcializada y habrá 'fake news' para influir en la intención de voto
Falta un suspiro para que empiece la campaña electoral mirando a mayo (en realidad nunca terminó desde los últimos comicios) y se avecina el bombardeo mediático de rigor. Habrá noticias, habrá hechos contados de manera parcializada y habrá fake news para influir en la intención de voto y en la opinión del electorado. Bulos que serán desmentidos y que se demostrará que son noticias falsas, pero que calarán en ciertos sectores de la opinión pública. Sería fácil pensar que quien se traga este tipo de desinformaciones es, simplemente, una persona con escasa formación, de nivel cultural bajo o manipulable por carácter; sin embargo, hay personas con un nivel académico entre lo aceptable y lo notable que también caen en la supuesta trampa. ¿Cómo es posible?

El sesgo de confirmación es el pilar principal que apuntala, a los ojos de quien los crea, el flujo de bulos que pretenden orientar el resultado electoral en una u otra dirección. Básicamente, más allá de otras definiciones más complejas, lo podremos definir como la inclinación a creer aquello que nos dicen si coincide con lo que pensamos o da credibilidad a algo que queramos que sea real independientemente de que lo sea, que los hechos narrados sean veraces o que se parta de una premisa falsa. Un caso que serviría como ejemplo es cuando se publicó que el Ministerio de Sanidad no disponía de una muestra aislada del coronavirus: se publicó de forma masiva, se dio por hecho que la muestra no existe y se dio alas a todo tipo de corrientes negacionistas, antivacunas y conspiranoicas que constituyen un buen caladero de votos para una opción política concreta. Por supuesto, se omitió que la muestra existe, que el virus está secuenciado y aislado, que obra en poder del Ministerio de Ciencia e Innovación y que, de hecho, se aprovecha para trabajar en las diferentes vacunas. En este caso, el principio de verosimilitud de Goebbels también tiene su papel, construyendo una información falsa a partir de un hecho verdadero (la negación de Sanidad de disponer de la muestra omitiendo que es otro ministerio quien la tiene). ¿Por qué lo creen personas con una formación académica que hace presuponer cierta inteligencia y nivel cultural? Porque hay personas a quien no les gustaban las medidas adoptadas para contener la pandemia, no les gusta quién toma la decisión y necesitan creer en una supuesta conspiración distópica.

Del mismo modo, por poner un ejemplo más reciente, quien esté en contra del uso del lenguaje inclusivo creerá a pies juntillas lo que dice un tiktoker que afirma que ha registrado todos sus términos para que nadie los pueda usar. Esto es, simplemente, aprovechar el desconocimiento de una parte de la población al respecto de la propiedad intelectual. Primero, porque es fácil demostrar que el individuo en cuestión no es el autor de dichas palabras; segundo, porque puedes registrar como tuyo un texto de tu autoría pero eso no impide usar las palabras que contiene; y, en tercer lugar, porque con la de plurales que contiene el castellano y las tasas que hay que pagar por cada registro necesitaría una cantidad de dinero considerable para que, al final, no surtiera efecto alguno.

Los contrarios a la ley trans darán por válido el bulo del cambio de sexo de Roma Gallardo. Los amantes de la conspiranoia distópica creerán el vídeo de Rubén Gisbert donde afirma ser imputado «por contradecir la versión del Gobierno» con respecto a Ucrania. Aunque a Gallardo no le ha dado tiempo a completar proceso alguno por el poco tiempo que la ley lleva en vigor o de la imputación de Gisbert sólo haya referencias en la prensa afín al pensamiento del supuesto encausado, habrá quien lo crea. ¿Qué efectos puede tener la avalancha de fake news aprovechando ese sesgo? En primer lugar, el condicionamiento de los resultados electorales al intoxicar a la opinión pública contra unos u otros. En segunda posición, puede haber motivos económicos, dado que quien paga la tinta no dé puntada sin hilo y los partidos tienden a usar la propaganda institucional como excusa para financiar medios afines con dinero público (una búsqueda rápida sobre EDA TV nos dará titulares sobre el Ayuntamiento de Boadilla, el de Marbella, el de Madrid y alguno que me dejo en el tintero). También por motivos económicos, aunque esta vez por la vía del clickbait, lo hacen numerosos medios digitales: cuantos más clicks, más se paga por publicidad en sus webs y eso lleva a mentir o poner titulares engañosos para llamar la atención y atraer visitas.

En cualquier caso, como pueden ver ustedes, existen distintas razones que mueven a quienes redactan las noticias o a quien les paga por ello a contaminar los medios de comunicación y quebrantar nuestro derecho a recibir una información veraz (artículo 20.1.d, Constitución Española). En ustedes está contrastar la información (algo que deberían hacer los periodistas) o dejarse engañar para sustentar creencias u opiniones. Quien no se consuela...

 

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