No soy el más indicado para hablar sobre mis valores, pero hay uno del que me siento especialmente orgulloso. Me alegran mucho los éxitos de mis amigos. Sobre todo, como en esta ocasión, si son más que merecidos.
Tras décadas de silencio, el Carnaval se convirtió en el altavoz del pueblo. Una caja, un bombo y dos guitarras constituían la orquesta para que, verso a verso, la provincia de Cádiz derramase su arte por toda España.
El título honorífico de herederos del inolvidable y genial Paco Alba lo ostentaban apellidos tan ilustres como Martín, Quiñones, Romero, Pardo o los entonces jóvenes pujantes como Martínez Ares o Tovar. Todo eso hasta la llegada del poeta Juan Carlos Aragón.
A principios de la década de los 80, la balanza de Barbate presentaba más penas que alegrías, gracias a la negra historia que la puta droga escribió en nuestra localidad. Sin embargo, las desgracias de esa horrible lacra se olvidaban un poco cuando el hijo de la Ica, un barbateño surgido del castizo rincón del Hoyo de la Tota, subía con su comparsa al escenario del Gran Teatro Falla para ir escribiendo su nombre, con letras de oro, en la historia del Carnaval.
Consiguió enseñarnos la Pampa a ritmo de tango para cambiar después los caballos por unos carros llenos de música celestial interpretada por unos Afiladores que pasearon el nombre de Barbate por todos los rincones. Luego, el grupo consiguió que todo el pueblo se uniese a la coreografía que interpretaban magistralmente aquellos Cargaores, que abandonaron más tarde la imaginaria procesión para preparar unos Cañones y bombardear Cádiz con papelillos y coplas. Esas coplas y muchas más quedaron para siempre En El Aire haciendo más placentero el viaje a Bangkok de unos espectaculares danzarines.
Cuando parecía que su carrera había tocado a su fin, volvió a sorprender con un ramalazo de genialidad formando el primer coro de Barbate que concursaba en el Falla y protagonizando con notable ingenio un cuplé al salir como Fenicio de una lata de conservas de Barbate. Eso sí, con denominación de origen, como no podía ser de otra forma.
Guardo maravillosos recuerdos de unas barbacoas en la playa cuando intentábamos emular al de la Ica y sus jinetes.
“Vagamos por tus calles, bebiéndonos la noche de taberna en taberna/ Bajo aquel bello cielo que se vistió de gala con su manto de estrellas”.
Para terminar la cuarteta, alzaré la voz más que nunca para contemplar extasiado como formas parte del Olimpo del Carnaval, recibiendo uno de sus preciados antifaces. Me consta que tu pueblo hace tiempo que te considera un grande de esta fiesta, pero esa grandeza jamás podrá igualar a la que ya posees como persona.
Mi más sincera enhorabuena, amigo.