No es culpa de los jóvenes, es la falta de responsabilidad de quienes hacen las leyes y, en general, de la sociedad adulta por consentirlo. La Fundación de Ayuda contra la Drogadicción acaba de hacer público un informe en el que, entre otras cuestiones, enciende las alarmas ante los datos que confirman que los jóvenes españoles abusan del alcohol de manera regular los fines de semana y bajo el amparo del famoso "botellón".
Ahora nos echamos las manos a la cabeza cuando las cifras arrojan que el 80% de la juventud afirma emborracharse o beber sin medida con frecuencia y, en ese estudio, esos mismos jóvenes reconocen que el subidón etílico les lleva a practicar sexo sin precaución, a conducir sin control, y a pensar fórmulas para esquivar los controles de alcoholemia. Esto explica el momento actual de nuestra sociedad donde crecen constantemente los accidentes de tráfico, abortos, malos tratos, etc…, algo que se antoja en cifras inferiores a lo que está por llegar, a tenor de la opinión de algunos expertos. Abundando en el asunto del "botellón" resulta sorprendente que una sociedad vea con toda normalidad que el motivo de reunión de chicos y chicas de 16 años gire en torno a varias botellas de alcohol de las que sacar una media de 6 o 9 copas ellos y una media de 4,65 copas ellas. Resulta deshumanizante que, para no parecer impopulares entre esta juventud, la clase política opte finalmente por dar amparo legal a este beber sin medida y así estamos con la ley que ampara los ‘botellódromos’, que no es otra cosa que una autorización con licencia política para que gentes sin límite de edad por abajo se junten a beber como esponjas para destrozar su cuerpo a edad temprana y condenar su vida a edad adulta. De manera que, si tienes un bareto, chiringuito, sala de copas u otro local de hostelería, la autoridad política te infla a impuestos y te prohíbe que sirvas alcohol a menores, te limita el aforo, te obliga a poner carteles de prohibido fumar y beber a todo menor, te sanciona si los vasos salen del local… y por la puerta de atrás estos mismos políticos hacen la ley de la trampa y permiten que todo eso se haga sin medida en la calle, en un lugar que ellos han llamado "botellódromo", que cuenta con las bendiciones del Parlamento Andaluz y la rúbrica de conformidad del presidente, nada menos. Y ahí van los jóvenes los fines de semana a beber a saco sin saber el futuro que se están sembrando. Y ahora, esta hipócrita clase política, que es la misma que ha creado la ley, se echará las manos a la cabeza ante los datos, pondrán cuatro anuncios hipócritas en las televisiones para lavar sus conciencias y seguirán tan anchos. Al fin y al cabo ellos lo que buscan es su sueldo seguro, la vida fácil, el populismo barato entre los jóvenes. Y, por ello, prefieren huir de la responsabilidad y disfrazar las apariencias, total, a ellos les da igual y les importa un carajo la salud y el futuro de los jóvenes españoles. El problema será después para los padres que, todos en tromba, deberían denunciar en los juzgados a los políticos que hacen estas leyes permisivas que terminarán por arruinar la salud y la vida de sus hijos, la juventud que hará la España del mañana
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