“No ha sido corto el camino para llegar a este recinto. Y en verdad no podría serlo porque se trata del camino de una vida cuyo rasgo más determinante, si alguno ha tenido, es haberse destinado a servir a la poesía. Los primeros pasos, ocultos ya por el olvido, quizá dejaron entre sus huellas la harina del taller blanco, el nombre con que en otra ocasión me he referido a la vieja panadería que cobijó mi infancia, al reivindicarla como la primera aula frecuentada en mi aprendizaje de la poesía”. Con estas palabras, plenas de emotiva memoria lírica, daba inicio Eugenio Montejo (Caracas, 1938 – Valencia, Venezuela, 2008) a su discurso de agradecimiento durante la concesión del premio “Octavio Paz” de poesía y ensayo en 2004.
El escritor venezolano fue una de la voces más representativas de la literatura hispanoamericana y sus enseñanzas sigue latiendo entre sus fieles lectores. Ahora, Pre-Textos, da a luz su “Obra Completa”, en una esmerada edición que ha estado al cuidado de Antonio López Ortega, Miguel Gomes y Graciela Yáñez Vicentini. Los dos primeros firman un revelador y exhaustivo prefacio, en el cual ahondan en las claves vitales y literarias de Montejo: “La sensibilidad de su poesía -anotan- comienza por descifrar los elementos terrestres, los dones que alguna deidad ha puesto sobre el planeta, para mostrarnos que lo que entendemos por cotidianidad es en verdad un milagro incesante. Él escribe desde un estado de iluminación y ve la realidad como una trama de coincidencias”.
En verdad, el decir y el sentir del autor, se amalgama al hilo de una necesidad de totalizar lo eterno, de transparentar el álbum de sus días, de reflexionar sobre la plenitud de lo vIvencial, de hallar la conjura ulterior que tan sólo concede el lenguaje: “Algunas de nuestras palabras/ son fuertes, francas, amarillas,/ otras redondas, lisas, de madera…/ Detrás de todas queda el Atlántico”.
Se reúnen en esta entrega la decena de poemarios publicados por Eugenio Montejo: “Élegos” (1967), “Muerte y memoria” (1972), “Algunas palabras” (1976), “Terredad” (1978), “Trópicoabsoluto” (1982),“Alfabeto del mundo” (1987), “Adiós al siglo XX” (1992), “Partitura de la cigarra (1999), Papiros amorosos (2002) y “Fábula del escriba” (2006). Además, se añaden “cuatro poemas misceláneos”, que complementan una obra elocuente, evocadora, dadora de una metódica pureza verbal, donde nada sobra, pues está integrado de forma casi artesanal en el bordón de un discurso de indivisible dimensión: “Sentir. La tierra gira porque siente/ el espacio estrellado. / Y el mar y el mundo/ y el minúsculo tallo de la hierba (…) Sentir más cerca, dentro y fuera del cuerpo,/ con lo que queda en él de nuestro padres;/ oír sus voces llamándose en la nuestra”.
Hombre cultivado y lector impenitente, Eugenio Montejo bebió de su fervor por Borges, del decir renovador de Ramos Sucre, de los espejos que reflejaron el cántico de Sa-Carneiro, de las afables maneras de Juan de Mairena, del París de Baudelaire, de la Alejandría de Cavafy, de la Lisboa de los cuatro Pessoa … Y de la mano de su verbo exacto y de su don, puede ahora sumergirse el lector en una obra delicada y humilde, de honda y segura pervivencia: “Sólo quise estar vivo para amarte/ en la tierra veloz. Aquí, a tu lado”