Los orígenes del 1 de mayo son el fundamento de la cita anual a la que toda la clase trabajadora convocada. Una de las mayores reivindicaciones, en la historia del movimiento obrero, la jornada de 8 horas ha mantenido el tipo durante más de un siglo, a pesar de las multiples y profundas transformaciones que los llamados mercados laborales han experimentado.
Ahora, como entonces, el desempleo se ceba sobre las capas más empobrecidas de la población y encontrar trabajo es vital. En una sociedad tecnológicamente “avanzada”, como se publicita constantemente, el trabajo humano parece no ser tan necesario, como antaño, para poder generar riqueza a las iniciativas empresariales. Por ello la jornada de “8 horas” se antoja antisocial, porque priva del acceso a la actividad laboral a millones de personas, que se ven arrinconadas en la desesperanza.
Hay que actualizar las reivindicaciones del ya clásico “1 de Mayo” porque el modelo productivo y político que lo sostiene ha evolucionado. Se impone la justicia social que en estos momentos requiere del reparto del trabajo y la riqueza. Para repartir el primero parece obvio que se impone la reducción de la jornada laboral que podría concretarse en las 25 horas semanales. Una media de 5 horas durante cinco dias laborales. Un simple cálculo permite acercarse someramente a una estimación. Hay 19 millones de personas trabajadoras y cada una de ellas realiza una media de 30 horas semanales, ya que no todas tienen contratos a tiempo total lo que evidencia una peligrosa tendencia del sistema a la precariedad laboral. Estos 19 millones generan 570 millones de horas de trabajo. Si trabajaran todas las personas desempleadas la cifra total de personas activas se situaría en 22 millones. Dividiendo las 570 millones de horas actuales entre esos 22 millones de personas sale una media de 25,9 horas semanales.
Dentro del sector empresarial existen enormes diferencias, desde el autónomo hasta la multinacional. Por ello en este reparto del trabajo y la riqueza sería esta última, a través de sistemas impositivos a las rentas del dinero y beneficios de las grandes fortunas y corporaciones, las que aportarían los recursos económicos para que a costo “0”, autónomos y pequeñas empresas y las administraciones públicas, pudieran reducir la jornada de sus actuales trabajadoras y trabajadores y contratar de manera estable más personal necesario para mantener su actividad.
Por otro lado en los tiempos presentes el 1 de Mayo se convierte en una cita también para la ciudadanía. Las personas trabajadoras son ciudadanas y gracias a su trabajo posibilitan la vida de sus familias que también son ciudadanas. Los derechos cívicos también forman parte de las reivindicaciones laborales, porque las plusvalías que el trabajo genera deben ser aplicadas a garantizar esos derechos ciudadanos: a la igualdad, a la salud, a la educación, al cuidado de la dependencia, a las pensiones…
Como se aprecia recursos hailos, voluntad política es la que falta. Y ya se sabe que en temas de voluntad si no se tiene, hay que ayudar a que se tenga. Todo depende si ese “pueblo” trabajador tiene la suya propia para exigir el reparto del Trabajo y la Riqueza.
Por un buen 1 de Mayo ciudadano cargado de esperanza.
Fdo Rafael Fenoy Rico