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Toros en La Isla

El toreo es la diana que han escogido para clavar las saetas, envenenadas en su punta con resentimientos, venganzas u odios.

Nuestro coso taurino nació huérfano de callejón. Es como aquella familia que le falta el "tío rico" que le da la estabilidad económica. Sin embargo. la plaza es recortadita, como agraciada moza quinceañera. y ha convivido con el "séptimo arte", hecho que bastantes ruedos de primera categoría no han llegado a alcanzar.

Al Cine Avenida - nombre con que se conocía, el cine de la plaza de toros - los jóvenes iban al graderío y era ilusión, aprovechar un despiste de los vigilantes, para lanzarse al ruedo y sentarse en una cómoda silla, aunque siempre mirando de soslayo a la puerta de toriles, para cerciorarse que estaba bien cerrada, sobre todo en vísperas de corrida.  

Su historia es bastante más importante que lo que el ciudadano actual cree y debía de divulgarse a partir de las áreas culturales de la ciudad. Basta recordar que en ella se inició no solo el que fue uno de los "mejores espadas" de todos los tiempos, sino también el que realizaba una de las mayores verdades del toreo - ahora bastante olvidada - como era la de "cargar la suerte". Rafael Ortega.

En el domicilio de mi bisabuela se conservó durante tiempo y pude conocerla la cama donde el Niño de la Palma, el Gran Cayetano Ordoñez, dormía cuando como principiante actuaba en nuestra plaza. Son pinceladas, dentro de un extenso lienzo anécdotico.

El tiempo pasa. La plaza es expresión femenina, por más que alguna ministra se empeñase en llamarle "el plazo", esto último recuerda más a los bancos y sus horribles hipotecas. La coquetería femenina, nunca quiere abandonar su juventud y utiliza para ello todo tipo de arreglos y maquillajes, consiguiendo una silueta espléndida. Nuestra plaza no se ha quedado atrás y hace unas semanas, se presentó en sociedad mostrandose como objeto que no solo se desea, sino que enamora. Y el amor que ella precisa es la celebración de espectáculos taurinos.

Si se trata de acoger e incorporar a nuestros festejos las más absurdas tradiciones extranjeras, nadie como nuestro Gobierno y sus parciales seguidores (halloween). Si se trata de arrinconar o aislar, para finalmente anular, algunas de las tradiciones culturales mas arraigadas, nadie como algunos de nuestros diecisiete gobiernos y sus radicales seguidores. El toreo es la diana que han escogido para clavar las saetas, envenenadas en su punta con resentimientos, venganzas u odios, que cubren con el barniz de la empatía animal.

Si el toro fuera inteligente, lo primero que haría, sería dejar de embestir. Con ello cambiaría el sentido total de su relación con las persona, al desaparecer su irracionable fiereza.. Pero esto es sencillamente imposible. De diez cabezas, nueve embisten y una piensa, decía Machado y hablaba del "homo sapiens" no de cabezas de ganado. El porcentaje es demoledor. ¿Hay posibilidad de cambiarlo? El horizonte se ha quedado fijo en las tinieblas y el "pienso luego existo" cartesiano, parece haber perdido su primera y última palabra, dejando al desnudo la palabra  "luego", es decir por ahora no vamos a variar. El rebrote viral sigue su curso ascendente y la ira, amarillenta flor de la venganza, germina con más facilidad que el bondadoso trigo. Lo cierto es que entre estas dos amenazas, una real y la otra retorcida, el debut de este remozado coso, que traía aires de lujo y grandeza por los protagonistas con los que contaba, se ha quedado como siempre ocurre en las islas Baratarias, como algo escrito sobre una pizarra, cuya tiza cede ante cualquier "trapo" mojado sobre las más turbias aguas. Semanas después de nuevo se comunica que va haber "corrida de toros" por fecha conmemorativa del 24 de septiembre de 1810, cuando las Cortes de Cadiz, que no fueron las que expulsaron a los franceses del territorio nacional, pero redactaron una Constitución que nació con el defecto de aprender antes a dividir que a sumar y no hemos logrado superar hasta la actualidad, esta anomalía.

       

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