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Lo que queda del día

Playas sin gente, gente sin playas

El oleaje frente a la ruina. Somos una provincia eminentemente de servicios, y nos hemos quedado sin gente a quien servir.

  • La playa de Barbate, ayer, a la puesta de sol, vacía de público -

Hace unos días, Alejandro Amenábar recordaba la mañana en la que lograron cortar al tránsito la Gran Vía madrileña y cerrar todos los negocios para rodar la impactante secuencia de Abre los ojos en la que Eduardo Noriega huye a pie por una ciudad fantasmal, como suspendida en el tiempo. Así permanecen la mayor parte de nuestras calles desde hace casi un mes, suspendidas en el tiempo, inmersas en una especie de domingo eterno, como de siesta y chicharra, pero nunca hasta estos días bajo el peso de una ausencia insoportable para muchos, la de plazas y rincones huérfanos de devociones, cofradías y revirás, de colores y luces y saetas y plegarias y reencuentros, sin más Luna de Nissan prendida en el cielo que la de una nostalgia que ha sido aliada y condena a partes iguales en mitad del silencio. Solo silencio y ausencia.        

Es una forma de percibir la Semana Santa. Pero está asimismo la de quienes la contemplan como un periodo vacacional, la de los que huyen de la rutina y realizan más o menos kilómetros con tal de asomarse al mar. También para ellos la playa se ha convertido este año en el reflejo de un recuerdo. No hay huellas en la arena. Solo mareas y, por supuesto, ausencia, como si estuvieran a la espera de un desembarco o bastara con seguir a pie la costa para encontrarnos con una estatua de la libertad semienterrada. Playas sin gente y gente sin playas. El oleaje frente a la ruina. Somos una provincia eminentemente de servicios, y nos hemos quedado sin gente a quien servir.

Hay, al menos, un interesado fundamental en espantar fantasmas y en ahuyentar el silencio. Lo encarna el sector turístico, el más floreciente de cuantos han arraigado en nuestra tierra en las dos últimas décadas, y me parece admirable su iniciativa de reunirse, dialogar, compartir impresiones, abrir debates, impulsar gestiones, contactar con otros mercados, vislumbrar salidas inmediatas a la crisis, aprovechar las oportunidades; incluso su innegociable optimismo. Y todo desde el conocimiento profundo de su realidad, de sus posibilidades, de su ámbito y de las pérdidas que han acumulado en tan solo unas semanas. Hay más pasión que desesperación en sus palabras, y sobre todo está la necesidad de creer en ellas, pero también cabe el temor de que estén reconstruyendo el edificio sin que hayan recibido todas las instrucciones, y no por su cuenta y riesgo, sino por la total incertidumbre que sigue transmitiendo el Gobierno en la mayoría de sus comparecencias.

Su evaluación de la situación pasa en estos momentos por “salvar” -ésa es la clave- la temporada de verano y por lograrlo de la mano del turista nacional que, tradicionalmente, es su principal cliente cada año. Sin embargo, como ellos mismos apuntan, se enfrentan a un periodo en el que habrá un exceso de ofertas turísticas desde diferentes puntos del país y, parece más que probable, un descenso de la demanda, como consecuencia de la mermada capacidad económica de decenas de miles de familias. Pero es que, aún en el mejor de los escenarios -la calidad de la oferta de la provincia frente a otros destinos-, todavía habrá que hacer frente al factor de la movilidad y al de la limitación de aforos dentro de un margen de tiempo imprevisible y que, en lo que respecta al turista internacional, hay quien lo sitúa en el primer trimestre de 2021.

También los ayuntamientos comparten la idea de “salvar” cualquier contribución al estímulo económico local, aunque haya que trastocar el calendario si es necesario. Ya lo han hecho a partir del aplazamiento de grandes eventos festivos que iban a sucederse esta misma primavera, desde ferias a festivales y conciertos, y recibirán con entusiasmo cualquier conmemoración religiosa el próximo septiembre si ayuda a llenar las calles, los bares y los hoteles, aunque son igualmente conscientes de las dificultades de un contexto en el que cada vez se esfuma más la posibilidad, por ejemplo, de revivir la motorada en otra fecha.

Son muchas las expectativas, pero a medida que pase el tiempo hará falta algo más que el aliento ante la volatilidad de una apuesta tan dependiente de un único sector. Ojalá no perdamos de vista su renovado optimismo.

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