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El impacto en nuestro día a día del proceso de automatización y digitalización acelerado de los últimos años es evidente...

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  • Estado del bienestar -

El impacto en nuestro día a día del proceso de automatización y digitalización acelerado de los últimos años es evidente. El progreso tecnológico ha provocado, y provocará, enormes cambios en nuestra forma de trabajar, de relacionarnos, de consumir, etc. Hasta ahora, con ventajas e inconvenientes, hemos incorporado con normalidad cambios menores, sin pensar en otros más profundos y existenciales que se avecinan, como la inteligencia artificial.

Sin embargo, la normalización tarda en llegar al ámbito laboral. Conocemos las aportaciones positivas de la digitalización al mundo de la producción y la distribución, por no hablar del comercio y los servicios. Pero, de la misma forma, este proceso ha producido perdedores en determinados sectores profesionales y sociales, más de lo que pensamos.

Son habituales los llamamientos de dirigentes políticos y empresariales a la adaptación y la formación para triunfar en el mundo digitalizado: empresas, comerciantes, trabajadores, parados,... todos, debemos estar al día, ser atrevidos, emprendedores y adaptarnos a los cambios para no ser uno de los perdedores. Lo que no nos dicen es que da igual lo que hagamos; ya tenemos nuestro papel.

Desde hace años, y se ha visto durante la crisis, el destino de los países del Sur de Europa, y más de las pequeñas ciudades del Sur del Sur como la nuestra, está escrito. A ver si les suena: vivimos demasiado bien, nos hemos acostumbrado a un Estado del Bienestar exagerado y además queremos sueldos altos. Esa exigencia era imposible en un contexto en el que competíamos con la mano de obra asiática, muchísimo más barata. Por tanto, sólo había un camino: salarios mucho más bajos para ser competitivos, abaratar costes y así lograr exportar más. Si no lo hacíamos, era nuestra culpa.

Ahora ya sabemos que era un cuento y no una solución. En la economía globalizada, el papel de una pequeña ciudad de servicios y sin inversión pública, como Jaén, es aportar mano de obra barata y precarizada que compita en salarios bajos y comercios precarios que suministren productos a estos trabajadores. Con esta opción, aparentemente moderna, nuestro futuro, para conservar el empleo o el negocio, es ser más baratos que los robots. Y eso conlleva no sólo cobrar poco, sino trabajar muchas más horas.

¿Queremos una ciudad así? ¿Hay otra opción? Sí, pero implica más valentía porque supone que no haya perdedores en Jaén y, por tanto, que hablemos claro y miremos a nuestra gente a la cara para que no ganen los de siempre.

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