Lo veía pasear por la calle Oloroso, allá en ese barrio de Icovesa que lo acogió tras irse de ese Santiago del que bebió para convertirse en uno de los grandes del flamenco, comprar en el Nano un juguete a sus nietos, pescao de Sanlúcar en la pescadería de Manolo y hablar con José, Mikey, El Gómez o con quien se encartara. Afable, cordial, amigable durante el día se transformaba cuando se subía al escenario para convertirse en el rey de la bulería o cantar una inolvidable seguiriya o entonarse con soleá o cantar una trilla como solo él sabía hacerlo. De la calle al escenario.
De persona a monstruo sagrado de un Jerez flamenco que lloraba en la noche del miércoles el fallecimiento de Fernando de la Morena, uno de los elegidos para que el cante de siempre nunca muera, que sea eterno, como él ha muerto para hacerse ya eterno.
En la tarde de este jueves, en la parroquia de Santiago, como no podía ser de otra manera, el Obispo de Jerez celebraba las honras fúnebres por el eterno descanso de su alma con el templo absolutamente abarrotado, con el barrio entero haciéndose presente, como la familia de los Sordera, con Vicente Soto, El Bo o Maloko, o la de los Moraos, con Manuel, el patriarca, al frente, o los Carrasco, con Diego y otros, o la familia de Tío Juane, o David Lago y su mujer Melchora Ortega o los representantes de los Carpio, de los Méndez, con Paco Ruiz Méndez y su hijo Jesús Méndez entre ellos, o Pepe de la Joaquina, o los Malena, Zorri, los Parrilla, los Zambo, o Quini o periodistas, como Pepe Marín que tantos y tantos festivales vivió junto a Fernando y muchos gitanos viejos de San Miguel y muchos otros artistas de Santiago, como los Navajita Plateá o Musho Gitano o Mayta Vende Ka.
Y la gente de las peñas, de todas, y las representaciones políticas de Francisco Camas, en nombre del Gobierno en funciones, o Antonio Saldaña.
Fernando ha sido muy querido y se demostró entre llantos y recuerdos de quien fue un grande del flamenco.
Artista desde la cuna, se hizo profesional en plena madurez
Artista desde que naciese hace 74 años en la calle Cantarería, la profesionalidad no le llegaría a Fernando hasta alcanzar la plena madurez. Antes había sido taxista y repartidor del fresco de la mañana, ese pan Bimbo que le llevó a participar en no pocos programas de Luis del Olmo cuando llegaba a Jerez a hacerlos.
Fernando era la personalidad en el cante y en la vida. Elegante en su vestir, en su decir y en su hacer, De la Morena fue en los últimos años reclamado como lo que era, una figura única y universal. Fernando era la bulería por antonomasia y el cantaor que rescató la trilla para los recitales. Genio y figura, personal e intransferible, auténtico, señor de Santiago y artista de esos que te erizaban el vello, De la Morena que deja continuidad con su hijo Juan, cantaor, y su hijo Fernando, guitarrista, fue en la década de los noventa cuando registró sus primeras grabaciones. Lo hizo con su familia, En ca de  Fernando  de la Morena (1999), y también en solitario, gracias al guitarrista Moraíto, De Santiago a Triana (1997,) y Jerez de la Morena (2002). 
También intervino en el disco V.O.R.S. Jerez al cante (2012), con una estremecedora seguiriya dedicada a Moraíto, fallecido un año antes.
Ahora los dos se reencontrarán allá en las alturas.