Corretean por los pasillos del centro para refugiados de Vrazhdebna, dibujando o jugando a las construcciones, mientras esperan que el papa Francisco les venga a ver: son los niños sirios e iraquíes que desde hace algunos años han encontrado refugio con sus familias en esta exescuela en la periferia de Sofía.
En su viaje a Bulgaria, el papa Francisco ha querido visitar este centro para refugiados, uno de los tres que quedan en Sofía, al que han limpiado la cara, con instalaciones modernas y amplias, fruto de una reestructuración reciente y que da acogida a unas 25 familias, cerca de 140 personas.
En los pasillos, en el comedor y en las habitaciones de juegos están colgados los dibujos que han realizado para el papa Francisco y en una mesa esperan algunos de los que regalarán al pontífice argentino.
Soad es iraquí, cuenta a EFE que llegó a Bulgaria hace tres años con sus siete hijos y su marido enfermo, consiguió pasar la frontera con Turquía y ahora vive en este centro y agradece todo lo que han hecho por ella y su familia para "poder por fin tener un futuro".
Esta mujer musulmana agradece al papa Francisco que haya venido a verlos porque "es una manera de que se hable de nuestra situación".
Para otros como Ismael Taha Saber, de 42 años, las cosas son más complicadas. Se presentan abrazados con su hija, de dos años, que nació en Sofía, pero aún las autoridades búlgaras nos les han dado el estatus de refugiado.
El papa irrumpió en el comedor del centro donde le esperaban cerca 50 refugiados y un grupo de los cerca 45 niños que viven allí empezaron a cantar las canciones que han preparado en estas semanas.
Después uno a uno le regalaron los dibujos que han realizado gracias a uno de los programas de Caritas llamado "Aprendemos y jugamos" y que sirve a que los menores puedan aprender el idioma e integrarse, explica a EFE uno de los voluntarios Bewar Myca, procedente de Irak.
"Tras sus llamamientos para estar cerca de los más vulnerables, echamos una mano a las personas que han elegido nuestra Bulgaria, para una estadía que podría ser temporal o permanente, en busca de una vida mejor", explica por su parte Silsila Mahbud, una refugiada afgana que ahora se ha convertido en voluntaria de Caritas.
Antes de concluir esta breve visita, en un discurso improvisado, el papa agradeció los cantos de los niños.
"Gracias por los cantos de los niños, que llevan alegría a vuestro camino lleno de dolor por lo que habéis dejado en la patria y el intento de integraros", dijo el papa.
"La esperanza en el mundo de los inmigrantes y refugiados es un poco como una cruz en la humanidad. Una cruz que tanta gente sufre", agregó y se despidió deseando "lo mejor" a estas familias "y a todos los que quedaron atrás".
Con esta visita completamente privada, a la que solo asistieron unos pocos periodistas que siguen al papa en su viaje a Bulgaria y Macedonia, Francisco volvió a poner el acento en el tema de la acogida de inmigrantes en Europa en un país que mantiene una política dura contra la migración y que ha construido una valla metálica de más de 270 kilómetros en su frontera con Turquía.
Actualmente, los centros de recepción de migrantes de Bulgaria tienen una tasa de ocupación de solo el 10 por ciento, muy lejos de las llegadas masivas que se produjeron hace un par de años con refugiados sirios e iraquíes que huían de la guerra.
Según Caritas, en 2018, aproximadamente 2.500 personas buscaron asilo en Bulgaria, de los que solo 712 recibieron protección internacional.
El gobierno búlgaro rechazó el pasado año firmar el Pacto Migratorio de Naciones Unidas sobre inmigración, y que Francisco siempre ha promovido.