Cuando uno se levanta aterrorizado por los incendios que asolan Galicia, Asturias y Portugal y expectante por los últimos sucedidos en torno a la destrucción de este país que se sigue llamando España por parte de la independencia catalana o preocupado por sus temas más caseros y se le llena el móvil de mensajes en torno a la Carrera Oficial, que si se aprueba o no se aprueba, que si va a haber manifiesto o no lo van a leer, o en torno a que si en lugar de Ricardo García van a llegar los amigos de Oliver al Xerez Club Deportivo, otros afirmando que se inicia una nueva etapa y nadie, nadie, te pone un nota de qué desastre de lo que está ocurriendo, qué tristeza de los cuatro fallecidos por mor de unos malnacidos que han incendiado los montes y casi nadie se acuerda de lo que puede suceder el jueves, que es el día anunciado para que definitivamente Puigdemont y sus secuaces digan si han declarado o no la independencia y el Gobierno se vea, definitivamente, obligado a aplicar el artículo 155, con las consecuencias sociales que obviamente eso puede traer; cuando reflexiono mientras paseo por la calle Cabeza, que sería un encanto si estuviese habitada, si sus casas se encontrasen encaladas y llenas de macetas por fuera, me doy cuenta de lo muchísimo que cada uno, yo el primero, nos miramos al ombligo. Nos creemos que lo nuestro es lo más importante y no vemos el sufrimiento de los treinta mil parados que hay en Jerez, ni siquiera nos percibimos de aquel hombre que está tomando un café, de forma pezarosa, en la terraza del bar de la plaza del Mercado y que hace unos meses estaba trabajando y que, por mor de no se sabe bien qué razones, ahora se encuentra en paro y estudiando de día y de noche para sacarse unas oposiciones al Estado a las que se agarra como vía de solución a su vida y a la de los suyos. Nada importa, importa lo nuestro solo y exclusivamente y, pienso, que así nos va. A lo mejor si volviésemos a esa solidaridad de mis años niños todo sería muy diferente y todo, o casi todo, se vería con otra óptica, seríamos más humanos, más cristianos, más verdaderos y no nos perderíamos en asuntos menores.
Jerez
Reflexiones de un nostálgico
Si volviésemos a la solidaridad de mis años niños todo se vería diferente, seríamos más humanos y no nos perderíamos en temas menores
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