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Jaén

“Soy un friki de la armonía. Todo está en mi cabeza”

Las guitarras de Pedro Peinado suenan a flamenco, rock, heavy, blues y jazz; toca en numerosos grupos y en julio cumplirá su sueño en el BluesCazorla

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  • Pedro Peinado. -

Ya  veréis como consigo vivir de la música”, le dijo a su familia siendo un niño. Hoy es un maestro de la guitarra, un músico que entonó sus primeros acordes con una guitarra española que sonaba a flamenco por influencia de su padre; que inició su carrera profesional con el rock, en la banda ‘Quater’, la primera de la capital en tocar en el Lagarto Rock (1983); y que siempre será recordado por el heavy que hizo sonar con ‘Excálibur’.

Pedro Peinado (Jaén, 1965) lleva casi cuatro décadas tocando la guitarra y componiendo, haciendo sonar rock, heavy, flamenco, blues y jazz; recorriendo escenarios nacionales e internacionales en los que han aplaudido su sonido, el de un músico que siempre tuvo claro que para vivir de la música, hay que dedicarse a ella, en exclusiva. “Ser músico es sentir y padecer la música”, dice quien reconoce que es una profesión “con intrusismo”, en la que se da “más cancha a aficionados que a los profesionales”.

En su casa se escuchaba flamenco y su padre, el cantaor Pepe Peinado le regalaba cada 29 de junio, festividad de San Pedro, una guitarra. Sin embargo nunca tocó con él en un escenario. “No me considero flamenco. Toco lo poco que sé”, espeta.

Tras la guitarra española, llegó la eléctrica y con ella sonidos que le han convertido en un guitarrista camaleónico. En su casa conserva 26 guitarras, pero toca con tres, incluida una realizada con una lata de aceite de oliva, con la que el blues suena de maravilla y con la que interpreta las que ha denominado ‘Melodías del Aceite’. Junto al Luthier Manuel Cano, lleva dos años trabajando los instrumentos hechos con latas de aceite y no descarta comercializarlos. “Pensé, tiene que sonar bien porque el aceite es bueno”, apuntó en tono de broma.

Profesionalmente comenzó en los ochenta, pero su primer escenario fue el pupitre de su colegio. “Teníamos una hora para demostrar qué sabíamos hacer y yo tocaba mi guitarra”, recuerda.

Se matriculó tres veces en el Conservatorio y nunca terminó su formación. “No entendía por qué tenía que estudiar clásico. Me cansaba y lo dejé”, apunta.

Después de años de estudio y formación con los mejores, ahora es él el maestro de quienes empiezan y de profesionales de la guitarra.  Imparte clases de Guitarra y Armonía Moderna. “Me considero un friki de la armonía. Estudio mucho. No hay papeles, todo está en mi cabeza. Mi método de formación se basa en la práctica y es una satisfacción que apuesten por mi para que les guíe”, dice tras 30 años enseñando.

No le han regalado nada y en Jaén menos. “Vivir de la música es complicado, pero decidí estar vivo por dentro y por eso la elegí”, confirma quien también estudió Diseño y Patronaje, incluso ejerció como diseñador, siempre con su guitarra al lado.

Ha actuado más fuera que en su ciudad. Tiene tantos kilómetros en el cuerpo, que le ha dado tres  vueltas al contador. “En Jaén no me daban trabajo”, dice.
Sin embargo, ahora está viviendo un año “muy bueno” en su tierra. El 15 de julio, por primera vez, actuará en el Festival BluesCazorla. “Llevo toda la vida tocando blues. Es la base de toda la música que me gusta. Voy a cumplir un sueño”, reconoce. Se subirá al escenario como Papa Júlu.

Toca en la Soul Funk, en Pedro Peinado Trío (jazz fusión), con el malagueño León Torres (rock sureño), en el Guitar Trío (guitarra flamenca), en los AOVE Can Guitar…y con todos los ‘amigos’ que quieran subir al escenario con él y su guitarra. Sólo ha grabado como Pedro Peinado un disco y fue para regalarlo a sus amigos. Entre sus sueños por cumplir, reconoce que le encantaría tocar con Joaquín Sabina.

Su capacidad de trabajo es mayor ahora. “Será la experiencia. No puedo parar de crear”, reconoce quien ahora busca escenarios más reducidos. “Cuando subes al escenario quien toca es el corazón”, afirma un guitarrista cuyas manos, con uñas rotas y desgastadas, no pueden dejar de hacer sonar armonías que emocionan.

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