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“Escribo lo que sale, cuando sale, y sin saber para qué sale”

Juan Luis Vega es escritor y fue miembro del extinto grupo literario Calima junto a Pepa Caro, Pedro Sevilla y María Jesús Ortega

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  • El poeta Juan Luis Vega. -

No sé si me falla la memoria, pero creo que durante un tiempo fue abogado de los pobres, quiero decir abogado de los jornaleros de la UGT, allá en la Cuenta de Valdespino. Venía de Bornos, con un maletín en el que alternaba Códigos Penales y poemas de Miguel Hernández, así que nos hicimos amigos y entre pleito y pleito hablábamos de poetas, de los poetas que más nos dolían, de los versos inolvidables de nuestros queridos poetas muertos y vivos.
El tiempo fue acrecentando nuestra amistad, y cuando Cristóbal Romero se sacó de la caja mágica de su amor a la poesía  al grupo "Calima", se unió inmediatamente a nosotros. Es, o era, un noctámbulo incorregible, así que alguna madrugada nos sacó por Arcos para lanzarle versos a la luna y a los gatos. La tarde de un Miércoles Santo, mientras esperábamos a Antonio Luis Baena en el balcón de la Peña, en la Plaza de El Cabildo, descubrimos el cuerpo de un suicida allá abajo, en lo hondo.
Estos días ha venido por Arcos para despedir al poeta Cristóbal Romero y hemos hablado de lo de siempre. De poesía.

—Fue usted, junto a Pepa Caro, María Jesús Ortega y otros fundados del grupo poético "Calima". El papel del recientemente fallecido Cristóbal Romero fue fundamental para la cohesión del grupo, ¿no es así?
—Cuando me uní al grupo, Calima, tenía nombre y sello. Sus componentes, jóvenes poetas todos - y, mira que es grande el título --, eran: Pedro Sevilla, Pepa Caro, María Jesús Ortega y José Luis Morante. Y, por ángeles custodios, tenía dos Alcaravanes que siguen volando, porque ellos mantuvieron la llama encendida y no serán olvidados: Antonio Luis Baena y Cristóbal Romero. De ambos guardo en el anaquel de mis cosas bonitas, el tiempo de cada rato que pasé con ellos
  Antonio Luis Baena, al residir en Sevilla, nos quedaba casi siempre al albur de los kilómetros; pero éramos jóvenes y entusiastas - yo era el mayor, pero  mi entusiasmo era el mismo -, y, por encima de las cosas, amábamos, y lo seguimos haciendo, la poesía…, y organizábamos viajes a Sevilla..., y a dónde fuera el menester. Cristóbal Romero, al ser pajarraco - lo siento, pero soy de Bornos --, al ser de la vecindad, siempre nos quedaba a mano. Nada, pues, nos separaba. Y, efectivamente, él fue una especie de argamasa entre nosotros. De hecho, a mi me servía de enlace, al ser yo el <elemento disperso> de grupo, cuando Pedro Sevilla, que era mi enlace oficial, dejó los Juzgados.


—Usted, al vivir en Bornos, era llamado por sus compañeros "el elemento disperso". ¿Qué recibió usted, poéticamente, de su relación con los arcenses del grupo "Calima"?
—Un aluvión de vida. Un arco iris de poemas. Una bocanada de esperanza. Una vaharada azul y nutritiva. Y una amistad bonita y sandunguera, que va hasta el infinito y más allá.
A Pedro Sevilla, lo conocía de los viejos tiempos de la sede de la UGT en La Cuesta Valdespino. Yo era entonces un joven abogado que trabajaba en el sindicato. Luego, en su trabajo en el Juzgado de Instrucción. Pero a los demás, quién sabe, quizá nunca los hubiese conocido. Ya me pasó con Julio Mariscal.


—Como Cristóbal Romero, es usted parco en publicaciones. A la artesanal publicación "Escritos en Fa", que es de mediados de los ochenta, se unió el libro "Retal, pespunte y memoria", que es de mil novecientos noventa y seis . ¿Tiene alguna publicación próxima?
—Publicar es tarea de editores, editoriales y otros papeles. Escribir, sin embargo, es otra cosa. Escribo lo que sale, cuando sale, y sin saber para qué sale, y si vale lo que sale. Me gusta escribir, prácticamente lo que hago al día es escribir; lo que pasa es que unas veces escribo en papeles cálidos, y otras en papeles gélidos. Y así voy compaginando, cada vez con menos ganas, la escritura forense y lo que escribo en papelitos -- en lo que lo único que hago es hablar de ti --.
       Quiero decir que publicar está muy bien, pero no es algo que me no me preocupa demasiado; lo que me ocupa y preocupa es escribir. Tengo poemarios agrupados y prácticamente listos para su hipotética publicación, pero a la pregunta he de responder que no tengo proyecto de publicación alguno.


—Porque imaginamos que seguirá usted escribiendo, ¿no es así?
—La tarea de escribir es como una maldición y no hay manera de pedir el cese de las hostilidades. Así que, aunque esporádicamente, y cuando la vorágine callejera no lo engulle todo, escribo cosas que me gustan y las firmo.


—Durante algunas ediciones fue usted coordinador y organizador de la Semana Cultural de Bornos. ¿Nos habla de ella?
—Oh, ¡La Semana..!. Cuatro locos enamorados de la luna de Bornos, nos arremolinamos las mangas y nos pusimos a parir ideas para organizar una semana cultural  de padre y muy señor mío: cien actos culturales en La Semana Cultural de Bornos. Conciertos, teatros, conferencias, exposiciones, náutica, atletismo, talleres, animación callejera, cena medieval…, tsunami  cultural la llamó una charanga en el carnaval. Empezamos a organizar la Semana, sin un duro, pero con el objetivo de conseguir financiación de entes públicos y privados, que no nos fallaron. Y organizamos un evento de envergadura y consistencia. El objetivo cañonear por todos los frentes con actividades que en Bornos, de ordinario y casi siempre, nos teníamos. Y se consiguió. Actualmente no pertenezco a la Comisión Organizadora. Este año no ha habido Semana, pero según me dicen se quiere retomar al año próximo. Y desde luego animo a sus actuales componentes.


—¿A qué poetas sigue usted leyendo con igual pasión que en los años de "Calima".
—A los míos de toda la vida. Decir nombres es dejar de nombraros a todos. Un día merendando en mi casa, luego de venir de jugar, sudoroso y hambriento, mal vi y oí, porque entonces la tv era así de lastimosa, e, inevitablemente, en blanco y negro --, la voz de un hombre que ante la tumba de un amigo, decía: "yo quiero ser llorando, el hortelano/ de la tierra que ocupas y estercolas/ compañero del alma, tan temprano…". Y conocí a Miguel Hernández. Él me llevó de la mano al 27. Y allí la expansión fue lumínica. Luego, como soy de letras - vamos, de latín y griego - pues, desde los pre clásicos, a nuestros días. Todos. Demasiados.

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