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“No tengo ni para comprarle yogures a mi hija”

Lleva cuatro años sin encontrar un solo empleo y ya no recibe ayudas del Gobierno

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  • Jesús Ayerra. -

Jesús Ayerra tiene 35 años, vive en Los Barrios, cerca de la Plaza de Toros y es allí donde nos hemos citado para hacer pública su historia. Un devenir que no difiere mucho del de otros vecinos de la zona, de la provincia y del país. Un claro ejemplo de los estragos que ha causado la crisis desde que comenzó a azotar España allá por el año 2007.

Un caso más de un cabeza de familia que vivía bajo los estándares de la clase media y que, de la noche a la mañana, ha visto cómo todo a su alrededor se derrumbaba hasta llegar al límite de recurrir a la caridad.

Jesús vive en un piso de alquiler junto a su pareja y la hija de ésta, de once años, desde que la pequeña tenía cinco. Los comienzos no fueron difíciles. Ambos trabajaban “y teníamos para comprar nuestras cositas”, reconoce. Él había comenzado a trabajar muy joven, con  solo 14 años.

Durante años  dedicó su vida profesional a la construcción y la hostelería, principalmente. En 2010, cuando la crisis aún no había tocado su puerta, llegó el batacazo. Trabajaba de peón en el Ayuntamiento de Tarifa, hasta que acabó su contrato.

Desde entonces, y hace ya cuatro años, no ha conseguido ni un solo empleo. “Mi novia trabaja de auxiliar de enfermería en Facinas, pero con su sueldo no llegamos”, explica. “O pagamos el alquiler, o comemos”. La ayuda hace tiempo que terminó para Jesús. Ella no llega ni tan siquiera a ser mileurista y con su nómina deben vivir los tres miembros de la familia. El padre de la pequeña, afirma, tampoco pasa pensión de alimentos.

El alquiler del piso en el que vive esta familia es de 500 euros mensuales. Los ahorros ya se han acabado “y no tengo ni para comprar yogures a la niña”, cuenta Jesús apesadumbrado. En estos momentos deben dos meses de alquiler y temen que el casero, de momento muy comprensivo, los acabe echando de la vivienda.

Han pedido ayuda a la familia, amigos, colectivos... pero, desgraciadamente, hay tanta gente en situaciones similares, que no llega para todos. “De momento solo Cáritas nos proporciona comida una vez al mes. Pero no es suficiente. Nos entregan legumbres y pastas, pero la niña necesita una alimentación que incluya proteínas de la carne, por ejemplo”.

Está tan desesperado que, incluso, ha recurrido a los programas de televisión que ofrecen ayuda en casos extremos. “Pero no me han llamado”.

Tocó también la puerta del Ayuntamiento y tuvo la mala suerte de quedar fuera de los puestos que se concertaron con Huelva para la recogida de la fresa.

Está dispuesto a trabajar “donde sea, y de lo que sea”. Y ese es su llamamiento. “Si alguien de los que lee mi historia puede ayudarme, que contacte a través de mi perfil de Facebook: Jesús Ayerra Hernández. Hay que aclarar que tiene acceso a internet “porque un vecino me ha dado sus claves para que pueda buscar trabajo”.

Jesús teme caer en una depresión, si no lo ha hecho ya. Es la cara de una triste historia que se repite con demasiada frecuencia. Y es que detrás de los datos del paro hay personas, con nombres y apellidos, que sufren y que, aunque siga pareciendo mentira, pasan hambre.

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