Después de año y medio de la conmemoración del décimo aniversario del atentado de las Torres Gemelas, el domingo pasado vi y escuché el concierto que la Orquesta Filarmónica de Nueva York ofreció en el Lincoln Center para recordar y homenajear a las 3.000 personas que perdieron la vida y al sufrimiento de toda la Nación.
La orquesta interpretó la segunda sinfonía de Gustav Mahler, también conocida como "Resurrección". La obra fue seguida también desde el exterior en una pantalla gigante. Lo que realmente me emocionó y me puso un nudo en la garganta fue el principio del acto y el escenario.
El concierto comenzó con el Himno americano “The Star Spangled Banner” (La bandera llena de estrellas) y todos, absolutamente todos los músicos, los espectadores, tanto del interior del local como los que estaban en el exterior, todos, digo, cantaban el himno mientras permanecían en pie con la mano puesta sobre el corazón. En el escenario, a la derecha de los espectadores, presidía la ceremonia una bandera de los Estados Unidos.
Estos dos hechos enaltecen una nación y, aunque critiquemos a los estadounidenses muy a menudo, dice mucho y bien de esos ciudadanos. Este testimonio hace Nación. Una nación unida puede prosperar y puede defenderse de enemigos exteriores e interiores. Una nación como la nuestra que es tan vapuleada por muchos, odiada y que no es defendida por los que se sienten españoles porque les da vergüenza “el qué dirán”, nunca llegará a nada.
Aunque tengamos una gran y larga historia detrás, con momentos buenos y malos, como todos, si no estamos unidos y la defendemos se reirán de nosotros todos los demás países, como ya lo hacen.
Y todo porque algunas personas que se dedican a la política prefieren ser “cabeza de ratón (para su propio beneficio) que cola de león (para el beneficio de todos sus paisanos)”