Animados por la “propaganda de la Administración española”, decidieron invertir en el país norteafricano después de contactar con una empresa autóctona -Addoha-, que les encargó la construcción de 415 viviendas protegidas en Tánger y otras 210 en una zona residencial cercana, para lo que decidieron crear su propia empresa en suelo marroquí, Torreblanca Construcciones, a la que en estos momentos Addoha adeuda cerca de cuatro millones de euros.
Lo que ambos iniciaron como un proyecto nuevo e ilusionante que daría de comer a sus familias, en poco más de año y medio se convirtió en una auténtica pesadilla, que ha llevado a Rodrigo a someterse a una dura huelga de hambre “para denunciar la estafa y la extorsión” de la que ha sido víctima por parte de la sociedad marroquí. El empresario ha cambiado la compañía de su mujer y de sus cuatro hijos y la comodidad de su casa en Los Palacios por una fría tienda de campaña en Santa Justa, donde, desde hace 33 días, comparte su jornada diaria con los taxistas y los empleados de la estación.
“Antes de iniciar la huelga, agoté todas las vías posibles -cartas a la embajada española, a los políticos marroquíes y al Ministerio de Asuntos Exteriores- para dar a conocer el fraude”, explica Rodrigo Rodríguez con un tono en el que la indignación y la derrota van mezclados a partes iguales. “Pero después de todos los esfuerzos -continúa Rodrigo- ninguna administración se ha interesado por nosotros. La respuesta siempre es la misma: que es un tema muy delicado”.
Estafa a gran escala
Según Rodrigo Rodríguez, no es la primera vez que Addoha estafa a una empresa española. “Su modo de operar es el siguiente: inician una obra y cuando se ha realizado el 85 por ciento del trabajo, que es cuando empiezan a obtener beneficios, te ofrecen una cantidad de dinero muy inferior a la pactada por contrato en un principio y te ‘invitan’ a abandonar la construcción”, explica. Algo que, según Rodrigo, es la tónica general para esta empresa que logró extorsionar a otras sociedades españolas.
“A nosotros nos ofrecieron 200.000 euros para que nos marcháramos, cuando ya llevábamos invertidos casi cuatro millones, entre diez camiones con herramientas, mano de obra y demás gastos. Nos negamos a irnos y contrataron a unos matones que incluso llegaron a pegar a uno de mis trabajadores. Así que de inmediato, después de poner una denuncia y de acudir a la Embajada, regresamos a España”, señala Rodríguez.
Desde entonces, Rodrigo y su socio se dedicaron a denunciar lo sucedido ante las autoridades españolas. “Nos tienen abandonados como a perros en la calle. Tan sólo se ha acercado a vernos Jaime Raynaud -parlamentario del PP- y esta tarde Juan Manuel Sánchez Gordillo -IU- tenía pensado pasarse por aquí”, indicó el empresario.
Víctimas en Marruecos
Ante tan tremenda indefensión Rodrigo contactó con otros empresarios estafados en las mismas circunstancias y formaron la Asociación de víctimas en Marruecos. Desde ella piden la dimisión del embajador español; que se realice una auditoría de carácter urgente en la Embajada española en Marruecos para ver cuántos casos de este tipo se han archivado y para que se conozca la verdad; y que cese la propaganda masiva que existe desde las administraciones para que los empresarios inviertan en Marruecos.
A pocos días de la Navidad, Rodrigo señala que no tiene “ninguna ilusión por estas fechas”: “Yo ya no tengo Navidades. Lo siento por mi mujer y mis hijos, pero ellos saben que la huelga es indefinida hasta que se encuentre una solución. O se hace justicia o aquí mismo muero”.
El paso de los días y las preocupaciones -ahora él y su socio han detectado movimientos y firmas de cheques a sus nombres en una cuenta que tienen en la entidad marroquí Societé Genérale, a pesar de que llevan sin pisar Marruecos desde febrero- van causando mella en el cuerpo de Rodrigo, que ya ha perdido 23 kilos y que ayer tuvo que ser atendido en el Hospital Virgen del Rocío por un desvanecimiento.
A pesar del susto -siempre está acompañado por su familia o por algún amigo excepto a la hora de comer y por la noche-, Rodrigo no quiere empezar a comer mientras no haya un desenlace: “Si intentan darme de comer en un hospital, antes me corto las venas. Soy un hombre de palabra”