Sí, hoy, por fin, toca escribir sobre “el mal nombrado, fue, desde el principio y como debería seguir siendo, el Muelle de la Compañía de Riotinto, al final de un ferrocarril que traía hasta el río Odiel -véase mapa de la provincia, apunto yo- el mineral del yacimiento de Riotinto para su exportación a los grandes centros productores del planeta”. Sí, una descripción que debería sonrojar a una mayoría de onubenses, incluidos altos cargos de las distintas administraciones -vamos, todo un pecado mortal- que ni siquiera vía telefónica ahora que casi cualquier tipo de consulta es facilona y asequible, sobre todo a los niños, que, eso sí, lamentablemente se dedican a jugar y a buscar senderos espaciales de ficción que en nada les beneficia…
La introducción es más que obligada para dar paso y quitarse el sombrero ante doña María Antonia Peña, nada más y nada menos que rectora de la Universidad de Huelva, quien días pasados llegó a emocionarme y a justificar en medio de cierta desazón y “cabreo”, que añadirían algunos sorprendidos gratamente como yo, ante este auténtico reto y/o desafío quijotesco ante algo que tiene indicios de pseudoanalfabetismo cultural y geográfico -no, no pido perdón-, como es desconocer un singular monumento-infraestructural vital en la economía onubense desde hace nada más y nada menos que más de un centenar de años, algo que nada más buscar el aire de la ría del correctamente denominada del Tinto y el Odiel, pero poniendo a cada uno en su sitio y geográficamente hablando para quienes desde la etapa escolar seguro que hasta se conocían todos los ríos de España…
A todo esto, entrando de lleno en la materia, me quito el sombrero cuando doña María Antonia escribe y dice escuchar hablar del ‘Muelle del Tinto’ “se me erizan los pelos, se me cambia la cara y una sensación extraña me recorre el cuerpo empezando desde los pies y acabando en el estómago”. (Sí, más o menos, con matices, claro, suele ocurrirme a mí, que no es la primera vez que abordo este burdo asunto que a muchos abuelos se les riza el bigote cuando oyen hablar a sus nietos ahora mismo en Primaria y recuerdan que también a ellos les venía a ocurrir lo mismo…) Sí, porque asumo cuando la señora rectora dice que “el martirio, bien lo saben ustedes, es casi permanente… Esas tres palabras -Muelle del Tinto- están en la base de políticos, periodista y empresarios y hasta frente del mundo de la cultura, campean a su antojo por las redes sociales y hasta se inmortalizan en escritos de todo tipo, folletos y carteles turísticos”.
Sí, que sí puedo presumir, pero de nada haberme servido hacer estas observaciones u o denuncia de algo que ahora mismo puede despertar como suele decirse vergüenzas ajenas, resulta que incluso alguien me ha llegado a decir que hay que respetar la voluntad popular, algo que me parece -insisto- hasta ofensivo porque -como dice doña María Antonia- “lo malo de todo esto no son las palabras en si mismas, sino la metáfora simbólica y trascendente que encierran”. Sí, porque continúa mi respetada representante de la Universidad de Huelva, “hablar del ‘Muelle del Tinto’ para referirse a su embarcadero, que se encuentra ubicado desde hace casi siglo y medio sobre las aguas del río Odiel, pone en evidencia hasta qué punto los onubenses desconocen su propia historia y sus propios topónimos, de qué forma esta ciudad ha vivido de espaldas a su propio entorno natural y el bajo nivel de cocimiento que sigue acerca de nuestras cosas, incluso entre aquellos que se dan golpes de pecho en aras de la identidad, la tradición y las costumbres”.
Sí, a mi personalmente, mientras no cambie este panorama, me seguirá dando vergüenza, como dice la señora rectora, que “cada vez que alguien habla del ‘Muelle del Tinto’ le damos una nueva bofetada a nuestra historia, porque detrás de esas palabras inexactas hemos enterrado una historia minera y portuaria que colocó a Huelva en el centro del mundo y a la vanguardia de la innovación constructiva. Sí, como dice doña María Antonia, “en el fondo todo esto me suena a dos terceras partes de ignorancia y a una de desapego. Y también me suena e incoherencia. Andamos peleando con razón por la conservación y puesta en valor de nuestros restos arqueológicos y, al mismo tiempo, abandonamos a su suerte nuestra más preciada arqueología industrial”. (El tema pide más espacio, pero esto será en próxima entrega, porque todavía queda mucho por escribir sobre esta Huelva indolente que nos ha tocado vivir).