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La verdad os hará liebres

Los peleles y las pililas

Cuando Francisco de Goya le dedicó a Carlos IV su cartón para tapiz El pelele

  • Pelelemón. -

Cuando Francisco de Goya le dedicó a Carlos IV su cartón para tapiz El pelele, seguramente no llegaría a imaginar que pintaría más adelante un óleo, Duelo a garrotazos, cuya metáfora iba a seguir vigente dos siglos después. La ideología es un gran ahorro para el pensamiento, como afirmó hace unos días El Roto en las páginas de El País con una lucidez demoledora. Hace muchos años, Mingote ya había deslizado en una viñeta del ABC el gran drama (seguramente tragedia) que nos atenaza: -“¿Qué es preferible, abuelo, ser de izquierdas o de derechas? -Pues verás, antes de nada no ser gilipollas, luego ya…” Seguramente, hay pocos fundamentos que generen tanta disputa y tanta discordia como todo lo que viene bañado por el barniz de lo ideológico, y hace tiempo que prefiero tener ideas a ideología, porque no me gusta aceptar ofertas que te endiñan lo que no necesitas ni consideras útil o beneficioso. Es decir, porque prefiero buscar la verdad por mí mismo; aunque a veces me equivoque, claro.

La introducción goyesca de este texto viene a cuento de la reciente polémica suscitada a causa de la quema de un pelele en San Antón, que evocaba al expresidente de la Generalitat, fugado de la Justicia y untado en cremas ahora por nuestro primer ministro. Desde algunos medios independentistas, con demostrada trayectoria en la justificación de la violencia, se ha argumentado que se trata de un ejemplo más de catalanofobia y de incitación al odio por parte del Estat espanyol, de lo que se podrían colegir algunas conclusiones absolutamente falsas y ridículas: en primer lugar, que los feligreses de la Magdalena tienen fobia a su párroco, que los vecinos del Bulevar aborrecen a los hortelanos que los precedieron en el barrio y que los cofrades del Cautivo son partidarios de la violencia contra a las pastiras, porque esto era lo que representaban sus peleles; en segundo, que todos ellos representan a la nación española en su conjunto (el Estat espanyol), lo cual, seamos sinceros, no lo habrían columbrado ni en sus mejores sueños. Lo que considero más grave es que algunos paisanos nuestros hagan suyos estos argumentos o excusas, tan alejados de la realidad; pero allá cada cual con sus obsesiones ideológicas o con su ánimo de cogerse la pilila con papel de fumar.

También se ha empleado como razonamiento para censurar la quema del monigote que la base del concurso pedía no aludir a temas políticos, pero la realidad es que lo que solicitaba era no ser “irrespetuosos ni mencionar de forma explícita a terceros, colectivos o símbolos políticos, religiosos o ideológicos”. Aludirlos “de forma explícita”, subrayo. Y este pelele no llega a hacerlo, si atendemos a la literalidad de las bases. En cualquier caso, el altercado mediático no procede de aquí, sino de lo antedicho.

El quemamiento de fantoches en San Antón es una tradición equiparable a las de otros muchos lugares de España, que en su finalidad no guarda ni remoto vínculo con el incendio de banderas españolas o de fotografías del rey o de políticos, actos que se vienen perpetrando en Cataluña a manos de los supremacistas desde hace ya demasiado tiempo. De igual manera que la quema de ninots en las fallas valencianas no suponen expresión de odio alguno, la de los peleles jahencianos tampoco, porque los de esta tierra somos gente pacífica y nuestras cabezas no están emponzoñadas con la toxina totalitaria de las sociedades enfermas. Y porque sabemos, más por la historia de nuestra patria común que por lo que afirmó Racine en el XVII, que cuando se odia a un hermano se odia con exceso. 

 

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