Desde el encendido de luces que anuncia la proximidad de la Navidad en Huelva no he dejado de leer críticas sobre todo lo que acontece en estas fiestas que se aproximan, desde los adornos e iluminación, hasta las plantas de pascuas que visten algunos lugares del centro de la ciudad. Da la sensación de existir un objetivo intencionado de ciertos sectores para aguarnos dichas fiestas, nunca mejor dicho. No hay post en las redes que hable sobre la Navidad en el que no se lean comentarios destructivos y malintencionados que no aporten su opinión al respecto desde una posición contraria, llenos de ira y apelando al buen gusto, a los supuestos gastos de electricidad, a los horarios no acertados, o tachando de idioteces las ideas que incentiven la cultura, el comercio o la propia Navidad.
Es curioso que esos mismos mensajes son de los que el pasado año defendían las mismas propuestas, los mismos horarios y las pocas o muchas estrategias para fomentar las supuestas mismas idioteces. Como siempre, “los argumentos brillan por su ausencia” y en su mayoría son mensajes calcados que ya empiezan a aburrir y deprimir al personal. Desde fuera de este entramado político que nos vapulea constantemente se percibe ese orgullo herido que no se acaba de asumir ni de aceptar.
Hoy es la Navidad, una fiesta que invita a esa paz que debería generar estas fechas, y a cada ‘zambombada’ se le acopla un “antes se hacía mejor”, despreciando no solo las propuestas y actos, también a quienes los componen, buscando la nula participación y con ello posibles fracasos, que al final repercute en todos los ciudadanos. Las críticas, como ya he comentado más de una vez, son necesarias, pero este tipo de intenciones aún no sé cómo catalogarlas, eso sí, la dignidad para mí sigue siendo lo más importante que se pierde, elecciones habrá en próximos años.