Una faena sublime de Morante de la Puebla, premiada con una oreja de ley, puso el verdadero argumento al interminable concurso ganadero -duró más de 3 horas- de este viernes en Jerez, segundo festejo de su feria taurina, y en el que el francés Sebastián Castella no estuvo a la altura de un gran toro de El Torero, ganador del concurso.
Abrió la corrida un toro de Santiago Domecq que cumplió en las dos varas que tomó y que tuvo buen aire en la muleta sobre todo por el derecho, por donde acudía con alegría a los envites de un Morante que le corrió la mano con temple y elegancia.
Al natural el animal se quedaba más corto y reponía, por lo que el sevillano volvió al lado bueno para, a partir de ahí, resolver varios muletazos sueltos de buen aire con el de Santi Domecq ya venido a menos. Mal con la espada, al final fue silenciado.
El de Juan Pedro Domecq que hizo cuarto fue un toro impresentable: chico, vareado y muy gacho, fue devuelto tras el segundo puyazo ante las continuas protestas del tendido. En su lugar saltó al ruedo un sobrero del mismo hierro igual de poca cosa, pero que luego tuvo buena condición en el último tercio, lo que aprovechó Morante para poner firma a una faena sublime.
Los doblones de la apertura evocaron épocas pasadas, como un cambio de mano y uno de pecho inmenso. Y de ahí al toreo a derechas de una extraordinaria pureza, muy templado y muy sentido, muy de verdad. Los remates, molinetes y otros alardes fueron también exquisitos, como una última tanda en redondo de tremenda hondura y una última más de frente por naturales.
Se precipitó al entrar a matar y dejó un pinchazo previo a la estocada final, quizás a lo que se agarró el palco para no conceder la segunda oreja que hubiera sido el premio justo a una faena de cante grande del torero de La Puebla del Río.
Castella se enfrentó en primer lugar a un ejemplar de Carlos Núñez que acudió hasta tres veces al caballo, donde metió bien los riñones. Luego tuvo cierta clase en la muleta lo poco que duró, ya que a la tercera tanda del francés volvió grupas hacia la tablas, dando al traste con toda posibilidad de lucimiento. Silencio en filas.
El quinto, de el Torero, fue el toro de la corrida, un animal bravo en el caballo -acudió hasta cuatro veces- y que luego embistió con mucha clase en la muleta, y Castella, que firmó un quite por ajustadas chicuelinas, anduvo templado con él pero sin acabar de verlo claro en una faena de altibajos y en la que le costó un mundo ligar los muletazos. Una pena.
Pablo Aguado dejó retazos de su buen capote ante el tercero, de Bóhórquez, un toro manso que salió suelto del caballo, sin emplearse, y que llegó a la muleta muy deslucido. Poco pudo hacer el sevillano, que fue silenciado.
El sexto fue un manso de libro de Álvaro Núñez con el que Aguado hizo un gran esfuerzo, tanto que acabó volteado de manera aparatosa al final de su labor.
FICHA DEL FESTEJO
Toros, por este orden, de Santiago Domecq, bueno por el derecho y a menos; Carlos Núñez, noble aunque se rajó pronto en la muleta; Fermín Bohórquez, manso y deslucido; un sobrero de Juan Pedro Domecq que sustituyó al titular del mismo hierro, de buen juego; El Torero, bravo y con clase; Álvaro Núñez, muy manso.
Morante de la Puebla: pinchazo, media y tres descabellos (silencio); pinchazo y estocada (oreja con fuerte petición de la segunda).
Sebastián Castella: estocada trasera y muy caída (silencio); pinchazo, estocada tendida y descabello (silencio tras dos avisos).
Pablo Aguado: pinchazo y estocada tendida (silencio); dos pinchazos y estocada (ovación tras aviso).
La plaza registró tres cuartos de entrada en los tendidos.