En las últimas semanas, el Ministerio del Interior ha trasladado a la cárcel de Nanclares a otra media docena de presos “díscolos”, algunos de ellos con un historial sangriento pero que llevan ya un tiempo alejados de la ortodoxia etarra.
En este grupo destacan José Luis Urrusolo Sistiaga, histórico del comando Madrid, Carmen Gisasola, jefa de los comandos de ETA en los años 80, y Rafael Caride Simón, autor material del atentado de Hipercor en 1987, en el que fueron asesinadas 21 personas.
En septiembre de 2008, Urrusolo y Gisasola suscribieron de forma conjunta una carta en la que se desvinculaban del Movimiento de Presos Vascos y criticaban la estrategia de ETA y de Batasuna, lo que les costó ser expulsados de la organización terrorista.
Caride Simón, condenado a casi 800 años de prisión por la masacre de Hipercor, también ha expresado ya su intención de abandonar la disciplina de la banda. Algo similar ocurre en la prisión de Zuera, donde conviven pesos pesados de la terrible historia de ETA, como Francisco Múgica Garmendia Pakito, Felipe San Epifanio, Santiago Arrozpide Sarasola o Juan Luis Agirre Lete.
Fuentes de la lucha antiterrorista han destacado a Efe el sentimiento de “hartazgo” que viven amplios sectores del colectivo de presos etarras, aunque apenas un centenar se hayan atrevido a dar el paso y a abandonar la férrea disciplina de la banda, impuesta hasta ahora por el aparato de makos, desmantelado esta semana con la detención de 11 personas, entre ellas tres abogados.
Buena prueba del desánimo que sufre una mayoría de los internos de la banda es el escaso éxito de la campaña de protestas emprendida a principios del mes de enero por el colectivo de presos de ETA (EPPK), y que cosechó un seguimiento desigual en cada una de las prisiones.
La campaña de protestas, que en algunos centros penitenciarios fueron meramente testimoniales, incluía ayunos, encierros en las celdas –conocidos como txapeos–, e interrupción de las comunicaciones telefónicas.
A pesar de esta situación de hastío en el colectivo de presos etarras, fuentes penitenciarias consideran que es momento de hacer “balance” de los objetivos alcanzados con la actual política de dispersión porque, de momento “ya están todos los que son” entre el grupo de internos que estarían dispuestos a dar un paso al frente y renunciar a la violencia.
“No hay más cera que la que arde”, insisten las fuentes, que creen que hay que buscar nuevas fórmulas para que aquellos presos que con su actitud en prisión han dado señales de que “ya están fuera” de la organización terrorista, vean una “salida”.