“Estamos confundiendo a los genes y provocando que no funcionen cómo y cuando deberían y, por lo tanto, que nosotros no funcionemos óptimamente”, destacó Ordovás, director del Laboratorio de Genómica y Nutrición de la Universidad de Tufts (Boston) y colaborador científico del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC).
Actualmente, las horas que dormimos o cuándo comemos están muy en desacuerdo con nuestros genes y provocan una ruptura con lo que nuestra biología está esperando que hagamos, ocasionando un estrés metabólico que favorece, además de enfermedades, cambios en nuestro comportamiento anímico, explicó Ordovás en su conferencia Alimentación y salud: no sólo qué y cuánto, sino quién y cuándo, organizada por las fundaciones Rafael del Pino y Lilly.
La obesidad, uno de los efectos de la modernización y los hábitos de vida occidentales, ha irrumpido, por ejemplo, entre los indios americanos y los pueblos de Latinoamérica que han emigrado a Estados Unidos o a España.
Debemos intentar vivir las bondades que el estilo de vida mediterránea tiene para nuestros genes –aconsejó– como es la periodicidad, es decir, que es mejor hacer una de las comidas principales y tradicionales que tomar algo rápido, altamente calórico y poco nutritivo.